Lejos de encontrar alivio después del ascenso a primera, las polémicas y las acusaciones envuelven a River. Desde hace un tiempo, los escándalos son una costumbre, dominan la escena, generan desprestigio… En medio de tantos descalabros deportivos e institucionales, una situación particular involucra a los ídolos, a los referentes de aquellas campañas que engrandecieron al club. Después de asumir la presidencia, el 9 de diciembre de 2009, Daniel Passarella proclamó tener la fórmula para recuperar y repatriar a algunos de esos apellidos que movilizan el sentimiento de los hinchas, aunque los hechos señalan lo opuesto: el Káiser se alejó de los históricos, y a muchos de ellos, después de destratarlos, los sumó como rivales.
La tormentosa desvinculación de Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez, íconos de la campaña en la primera B Nacional, sigue sacudiendo los cimientos del club. Cada declaración aumenta la diferencia entre los jugadores y Passarella. «Nos aceptó porque estaba 500 metros debajo del agua, no tenía otra solución. Con esta dirigencia no vuelvo más; con otra sí, con todo gusto», destacó Chori Domínguez, que mantuvo un par de entredichos con el Káiser durante el campeonato, como cuando pidió una mayor presencia del presidente, tras el éxito sobre Boca Unidos. «Había tocado fondo, ¿por qué no podía cambiar?», dijo el capitán Cavenaghi, también en radio Rock&Pop. Y agregó: «Con el final de la película te das cuenta de que nuestras llegadas fueron por interés propio».
El mercado de pases es una tentación para ensalzar el interés por nombres rutilantes, de esos que convocan e ilusionan. Hace menos de tres meses, Javier Saviola y Pablo Aimar fueron los elegidos; ahora, el turno lo ocuparon Andrés D’Alessandro y Martín Demichelis. Daniel Mancusi, integrante del consejo de fútbol, encendió la mecha con una frase: «Ni Saviola, ni Aimar, ni D’Alessandro, ni Demichelis quisieron venir a River», sentenció. Mediante las redes sociales llegaron las durísimas respuestas: «¿Quién te conoce, Mancusi? No me llamaste, nunca hablaría con vos para volver a River, no cortás ni pinchás», retrucó el estratego de Inter, de Porto Alegre; «Mancusi nunca me llamó. No entiendo por qué la necesidad de mentirle así a la gente», desafió Demichelis.
En poco más de dos años y medio de mandato, Passarella juntó en una misma vereda enemigos de jerarquía. Algunos fueron rivales políticos en las pasadas elecciones, como Enzo Francescoli y Norberto Alonso. El Beto fue un detractor constante de la gestión. En el momento más incendiario del club, el Káiser lo convocó para ser parte de la refundación. La relación jamás se recompuso. También con Ramón Díaz, con quien Passarella mantuvo reuniones antes de ganar las elecciones y a quien los hinchas pidieron antes de la contratación de Ángel Cappa y cuando el ciclo de Jota Jota López declinaba, quedó enfrentado. Los egos se antepusieron a las urgencias que arrastraba el club y ni el riojano ni el Káiser se ayudaron.
En el rubro técnicos, el Tolo Gallego, un íntimo en los días de futbolistas y ayudante de campo del Káiser en River y en la selección, y Leonardo Astrada también recibieron el destrato del presidente. El Jefe Astrada, el primer entrenador cesanteado de la era Passarella, recibió la novedad vía telefónica, después de empatar 0 a 0 con Atlético, en Tucumán. Una desprolijidad que se acentuó con la asunción inmediata de Cappa, que fue presentado en el Monumental un día después. El Tolo fue sondeado tras el alejamiento de Cappa, pero al igual que con Ramón Díaz, los egos frustraron el regreso.
Fueron dos hijos futbolísticos suyos, aunque Marcelo Gallardo y Ariel Ortega actualmente no mantienen relación con Passarella. El Muñeco , cuyo hijo es ahijado del Káiser, fue sincero: «No tengo relación con Passarella, por quien me fui dos veces de River: cuando él era entrenador, primero, y luego cuando ya era presidente. No es bueno que haya pasado lo que pasó». El Burrito, que terminó el vínculo con Defensores de Belgrano y tiene que regresar a River, también le apuntó con fiereza: «Hoy no tengo ninguna relación, hay actitudes que no me gustaron. Lo mínimo que tiene que hacer es prestarme el Monumental para mi despedida», advirtió el jujeño, otro ídolo que se pasea en la vereda de enfrente de Passarella.