El plan de viviendas del Gobierno se basa en un concepto virtuoso: invertir fondos previsionales en resolver carencias de una población que, desde hace años, no tiene vías para capitalizar su ahorro.
Es imposible cobrar los aportes y contribuciones previsionales y meterlos en un cofre. De mínima, hay que depositarlos en un banco (en este caso el Nación), que luego los presta. Así que la plata siempre fluye hacia algún lugar, del que esperamos que vuelva, crecida, para pagar jubilaciones futuras.
Las viviendas son muy aconsejables. Un crédito a 30 años (el máximo que se plantea) coincide con el tiempo durante el cual aportan los ahorristas de Anses. Así, el dinero queda calzado en el tiempo. Lo que un trabajador aporta/ahorra cada mes sirve para darle un préstamo a otro trabajador o a él mismo. Cuando el beneficiario se jubila, ha devuelto el préstamo y un interés. Es un círculo virtuoso y solidario, como todo sistema de crédito que merezca tal nombre. Y tiene la mejor de las garantías, la hipotecaria.
Un problema. El problema es la inflación. Tal como está diseñado el plan, si el Gobierno no detiene la pérdida de valor del peso, cuando se cumplan los 30 años, quienes hayan logrado obtener el crédito, tendrán su casa. Pero a la Anses le faltarán recursos para pagar buenas jubilaciones.
No se entiende esto, porque la Anses tiene servido un indexador casi perfecto, tanto para los beneficiarios del crédito, como para los futuros jubilados. Es el índice de variación salarial: por un lado, refleja la capacidad de pago de los tomadores del préstamo; por el otro, es la variable principal de los gastos de la Anses (las jubilaciones suben con los salarios). O sea, le garantiza a la Anses dos cosas: contar con fondos suficientes en el futuro y que sus deudores van a poder devolver el dinero.
Sin embargo, la Anses no aplicará ese indexador durante los primeros cinco años del crédito. En ese lapso aplicará tasas fijas que van de dos a 18 por ciento –según ingresos y si se tiene terreno o no–. O sea que el crédito se licuará en esos cinco años y Anses perderá miles de millones a manos de la inflación histórica, por no hablar de la de los últimos años.
Después, Anses indexará la tasa según la variación salarial, pero con un tope que va de cuatro a 18 por ciento, según el caso, lo que, en el mix, no iguala la inflación.
Visto así, el Gobierno no está lanzando un sistema de crédito sustentable. Está usando fondos del sistema previsional –no del Ejecutivo– para una política de corto plazo que lo congraciará con mucha gente beneficiada, pero que tal vez nos deje un pagadiós a futuro.
Una duda. La duda es si el Fondo de Garantía Solidaria (FGS) de Anses dispone de recursos. A ese fondo fue a parar el ahorro previsional acumulado durante la década de 1990. Como ahora la Anses consume casi todos sus ingresos (paga jubilaciones, incluidas las de millones de personas que nunca aportaron, y le presta al Gobierno a tasas menores a la inflación), los aportes de nuevo capital han sido modestos. En todo 2011, 6.075 millones de pesos. En lo que va de 2012, nada.
Es cierto que el FGS tiene una renta, derivada de sus inversiones en títulos de todo tipo. En el primer trimestre, por caso, fue de 4,8 por ciento. Se podría derivar esa renta a invertir en viviendas. El problema es que estaríamos sustituyendo una renta que, con sus altos y bajos, busca mantener el valor real del único ahorro previsional realmente existente por otra que, tal como están las cosas, no rendirá lo mismo. Por la inflación.