Todo comenzó durante la noche del 9 de abril de 1982, cuando un avión ruso Ilyushin 62-M II, matrícula CUT-1225, aterrizó en Brasilia. Pero para sorpresa de todos, la aeronave con capacidad para transportar 165.000 kilos de carga y 180 pasajeros sólo llevaba a tres personas a bordo, además de los tripulantes: el diplomático cubano Emilio Aragonés Navarro, su mujer y su nieto. Y el trío sólo pudo seguir viaje rumbo a Buenos Aires después de seis horas de intensas negociaciones entre el gobierno brasileño, encabezado por João Figueiredo, y su par argentino, liderado por Leopoldo Galtieri. Aunque nada se supo sobre la carga.
Finalmente, Navarro arribó a la capital argentina en la mañana del sábado 10 de abril. Su tarea era llevar un mensaje de Fidel Castro para su colega argentino: la Unión Soviética se ponía a su disposición y le ofrecía armas y tecnología de informaciones para su lucha contra el Reino Unido para recuperar la soberanía de las Islas Malvinas.
De esta manera se inició un operativo clandestino con dos vuelos diarios para proveer de armamento a la Argentina, montado por la Unión Soviética, negociado por Cuba y con la participación de Brasil, Perú, Libia y Angola. En aquel momento el régimen de Galtieri enfrentaba un bloqueo financiero, comercial y militar por parte de Europa, y apenas le quedaban 400 millones de dólares en reservas.
Tampoco contaba con el nivel de armamento necesario como para enfrentar a un ejército tan poderoso como el británico, y por eso le había comprado a Francia 14 aviones cazas Super Étendard, de los cuales apenas recibió cinco provistos con cinco modernos misiles Exocet. Además no tenía información satelital para localizar a los barcos enemigos, y mucho menos a los submarinos de la Corona británica.
Durante el viaje a Buenos Aires del por entonces secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, quien fue mediador en el conflicto, su avión hizo una escala en la ciudad brasileña de Recife para tareas de reabastecimiento. Y allí se encontró con el gobernador del estado de Pernambuco, Marco Maciel, a quien le contó que les aconsejaría negociar a los argentinos, porque serían derrotados por los ingleses con la ayuda de los Estados Unidos.
Al día siguiente Haig se reunió con Galtieri en Buenos Aires y oyó al presidente argentino, que ya se había encontrado con el emisario de Fidel Castro, mencionar las “ofertas de ayuda militar de países no occidentales” que había recibido.
Cuando el funcionario estadounidense volvió hacia Londres, un Boeing 707 da Aerolíneas Argentinas aterrizó en Río de Janeiro. Había salido de Tel Aviv, Israel, y su destino era la base aérea de El Palomar, ubicada en las afueras de Buenos Aires. La aeronave argentina fue trasladada para reabastecerse al lado de aviones civiles en el aeropuerto de Galeão, a pesar de contener una carga de bombas y minas terrestres.
De acuerdo a los registros del Consejo de Seguridad Nacional brasileño que figuran en los memorándums del presidente Figueredo, Argentina estrechaba “gradualmente sus contactos con Brasil en diversos grados de formalidad”, y requería de “cooperación en términos más concretos”.
Por estos motivos el gobierno brasileño comenzó a recibir una lista de pedidos de parte del régimen de Galtieri: créditos y facilidades para operaciones de triangulación comerciales con Europa; entrega inmediata de aviones; bombas incendiarias y municiones para fusiles; y sistemas de radar y combustible para aviones, entre otras cosas. Y casi todas estas solicitudes fueron aprobadas por Itamaraty, como se denomina a la Cancillería brasileña, debido al aumento de la tensión por el avance de la flota británica a través del Atlántico Sur.