«Necesitamos gente excepcional, pero lo más común posible, para que todos seamos excepcionales…», dice enérgico, inquieto. Sus palabras suenan alborotadas, pero responden todas a un mismo patrón: el de la acción. Juan Carr acaba de enterarse de una nueva postulación al Nobel de la Paz y en diálogo con LA NACION analiza el reconocimiento y hace un balance de los 17 años al frente de la Red Solidaria.
Desde los 9 años, cuando se convirtió en scout, descubrió su devoción por los demás, pasión que cultivaron más tarde los padres pasionistas, que lo hicieron conocer otros mundos. Pueblos originarios, sectores postergados y hasta un leprosario fueron escenario de esa temprana búsqueda que terminó en obsesión.
«Hay una diferencia que a mí me cuesta mucho trasmitir. Cuando digo que quiero cambiar el mundo, no es que lo digo… ¡es que quiero cambiar el mundo! No es menor la diferencia. Y tampoco es sólo que queremos hacerlo, sino que además sabemos que se puede», explica con admirable optimismo el hombre que, en la última década, se convirtió en un ícono de la solidaridad en la Argentina.
Cuando en 1980 ingresó a la facultad de veterinaria, terminar con el hambre ya era su máxima prioridad. Faltaban 15 años para que, con un grupo de amigos, conforme la Red Solidaria. Un proyecto que ni él termina de comprender, pero que hace casi 17 años despierta el interés de los sectores más variados de la sociedad.
«No es asociación, ni organización. No tiene papeles ni personería. Queríamos generar una cultura, acompañar a otros y eso funcionó. La Argentina se va consolidando y podemos llegar al hambre cero en dos o tres años», cuenta con esperanza, pero sabiendo que el camino está hecho de obstáculos.
«Yo juego 10 partidos por día y pierdo nueve. Celebro ese que gano, pero es la alegría de un medio-derrotado. Tengo claro que la derrota es parte de lo mío. Hoy hay 530 familias argentinas que buscan a sus seres queridos perdidos. En América Latina hay más de 6000. Bueno, ahí tenés 6000 derrotas. ¡Pero aparece uno y traeme la cerveza para celebrar!»
Cuando digo que quiero cambiar el mundo, no es que lo digo… ¡es que quiero cambiar el mundo!
En más de 17 años al frente de la Red Solidaria, participó en incontables campañas, emergencias y movimientos sociales. Entre las que las que más lo marcaron está una reciente. El Festival Mundo Invisible logró movilizar a una multitud en diciembre pasado con el objetivo de salvar bosques. «Logramos mover miles de jóvenes por algo positivo. Sin terremotos, sin catástrofes. Ese fue un hito», recuerda con emoción.
Pero además están las otras historias, las que duelen. «Hace poco tuvimos también otras derrotas. La muerte de Candela, que llegamos tarde. Tengo también la derrota permanente de Sofía Herrera, que no la podemos encontrar. Estas historias de todo o nada son las que más me impactan», confiesa.
«Otra cosa que me marcó mucho es lo que se generó hace algunos años con el fenómeno de la Gripe A. En la Argentina iban a morir 3200 personas. El país se reunió, el gobierno hizo lo que tenía que hacer, las autoridades de Salud también, frenaron los colegios. Bueno, desgraciadamente hubo 700 muertes pero se salvaron 2100 vidas. Y eso es tremendamente importante».
Y suma: «El año pasado se rompieron los récords de trasplantes en el Incucai. La inundación en Santa Fe fue otro momento de la solidaridad argentina llevada a la locura. ¿Cómo es posible que no celebremos esas cosas?».
Su relación con la política
Durante la entrevista, y como todos los días, el teléfono de Juan no para de sonar. Entusiasmado con la charla evita atender a desconocidos, productores periodísticos y hasta importantes funcionarios, que escucharán la voz de una de sus hijas en un simpático contestador automático.
¿Nunca le ofrecieron cargos políticos?, pregunta LA NACION . «En el sistema democrático todos los partidos me ofrecieron cargos. Eso está bueno. No siempre oficialmente y en todas para ser segundo. vice algo o sub algo. Nunca primero. Yo hago política desde los 16 años. Esto es política, pero no me veo como funcionario. No es mi vocación y eso lo tengo claro».
Admite sin embargo que hay deudas pendientes la solidaridad y la política. «Hay dos mundos en la Argentina que parecieran no mirarse, no tocarse. Queda bien hacer una campaña solidaria con una multinacional, que no sabemos ni quién es el dueño, pero no con un gremio, aunque sabemos que hay gremios excelentes. Vemos un avance en el espíritu solidario de la Argentina, pero todavía falta ese acuerdo con el mundo de la política.
Los últimos proyectos
Carr y su esposa disfrutan de unas breves y caseras vacaciones luego de la difícil misión de juntar nuevamente a sus cinco hijos. «Parecemos los Flanders porque estamos descansados, pero creeme, nada que ver.» confiesa entre risas.
En sus días de descanso, como en toda su vida, no abandona ni por un instante los nuevos proyectos. Entre ellos está Mundo Invisible, una agencia de prensa para héroes anónimos. «Tiene como objetivo ser la prensa de los pobres de Hispanoamérica. Queremos que los pobres peleen la tapa de los diarios. Y no sólo los que estén en situación de pobreza, sino los que esperan un trasplante, los diabéticos o la gente que ayuda en silencio a miles de necesitados», explica.
Su otro gran proyecto es el de ayudar a la Patagonia luego de la explosión del volcán Puyehue. «Queremos llamar la atención de la Argentina y del mundo de una manera distinta. La idea es hacer un cartel de cinco kilómetros de largo hecho con botellas y con ceniza que diga www.elijamospatagonia.com.ar . El cartel va a estar a un kilómetro del aeropuerto de Bariloche y, cuando esté listo, con el sitio habilitado, se va a poder encontrar ahí toda la información de la zona. La idea final es que en un tiempo, cuando vos estés navegando en Google Earth o en Google Maps, busques Bariloche y te aparezca el cartel.