Trozos de un satélite de veinte años de antigüedad caerán a la Tierra la semana próxima, informaron ayer autoridades de la NASA. El organismo espacial norteamericano monitorea constantemente el aparato de seis toneladas, cuya caída está prevista para el próximo viernes 23 de septiembre (un día más o un día menos).
Si bien los científicos estimaron que el satélite se romperá en 26 pedazos al acercarse a la Tierra –la pieza más grande pesará unos 160 kilos– y que es probable que la mayor parte de ellos se quemen al ingresar a la atmósfera, algunos desechos caerán sobre el planeta, en un lugar “que no es posible precisar” y en una superficie con un radio de 800 kilómetros. Con todo, insistieron en que las probabilidades de que caigan sobre alguien o causen algún daño material son de 1 en 3.200. Ocurre que lo más probable es que los compenentes que sobrevivan a la caída se esparzan en algún océano u otro espejo de agua terrestre o bien, sobre regiones poco pobladas, como la tundra canadiense, el desierto australiano o Siberia.
Los restos en cuestión pertenecen al Satélite de Investigación de la Alta Atmósfera (UARS, por sus siglas en inglés), que fue lanzado en 1991 con el objetivo de medir la capa de ozono y cuya vida útil terminó en 2005.
Riesgo. La NASA, que aclaró en un comunicado que desde el inicio de la era espacial, a fines de los 50, nunca un trozo de chatarra proveniente del espacio ha caído sobre una persona, prevé dar informes diarios más detallados hasta el día anterior al reingreso de los restos del UARS a la atmósfera, luego cada 12 horas y después cada 6 y cada 2.
Las autoridades aseguran que si bien es difícil establecer el lugar preciso del impacto debido a la alta velocidad a la que viaja el satélite (a unos 8 km/seg), hasta el momento su punto de impacto se encontrará entre el paralelo 57 norte (sur de Alaska, Dinamarcaynorte de Rusia) y el paralelo 57 sur (punta sur de la Patagonia). Y que el regreso de la nave se ha acelerado debido al notable aumento de la actividad solar desde el comienzo de la semana pasada.
Por otra parte, desde la agencia norteamericana recordaron que si alguien encuentra alguna pieza que le haga suponer que pertenece al UARS no debe tocarla, sino que debe informar de inmediato la sospecha a cualquier miembro de las fuerzas de seguridad de su localidad.
La nave que se está por desintegrar mide tres metros por diez y pesaba 5.900 kilos cuando fue lanzada al espacio, dotada de diez instrumentos científicos que tenían la misión de medir el viento, la temperatura y reacciones del ozono.