«Salí a trabajar como cualquier otro día. Acababa de preparar una orden que me había pedido un cliente. Oigo una explosión, volteo, veo que viene algo oscuro, siento el golpe y pienso que es una piedra; intentaba con mi mano sacármela«, afirmó Karla al periódico mexicano Debate. Y es que aquello no era una piedra, era un explosivo.
Un conductor anónimo la alcanzó hasta el hospital, «cuando caí al suelo, mi compañero me ayudó y me trasladaron al Hospital General de Culiacán. Siempre estuve consciente«, contó.
Los médicos que le dieron los primeros auxilios se dieron cuenta de que el objeto era explosivo. Se negaban a operarla por temor a que el artefacto, un trozo de ojiva lanzada desde un lanzagranadas, explotara. Karla esperó más de ocho horas hasta que llegó personal del Ejército especialista en explosivos. «Mis pensamientos eran mis hijos y mi familia. Yo me sentí tranquila y nunca me permití pensar ‘me voy a morir'».
Finalmente, el doctor José Alonso Betancourt junto a un equipo de cuatro personas más aceptaron la misión y en cuatro horas de operación le abrieron la cara por completo y le extrajeron el trozo de granda incrustada.
Karla Flores se ha salvado la vida aunque ha visto su rostro cambiado completamente: ya no tiene dientes, presenta un hueco en su mejilla y continuará en tratamiento durante varios años.
Sinaloa, el Estado donde vive Karla Flores, es uno de los más peligrosos del país. Solamente el lunes murieron asesinadas cinco personas.
Karla sabe que es afortunada. «Hay mucha violencia. Ojalá las autoridades pongan más de su parte para resolver esta situación; como fui yo pudo haber sido otra persona», sostuvo.