Notable instrumentista, elogiado por músicos de la jerarquía de B.B. King, Dino Saluzzi, Horacio Salgán y Mercedes Sosa, Salinas adelantó que en este ciclo de conciertos «las cosas suceden ahí, en el momento», y apuntó que le produce «una sensación muy especial no saber exactamente qué es lo que va a pasar en el escenario».
Con esa premisa, el guitarrista encara un ciclo en el Torcuato Tasso (Defensa 1575), donde todos los viernes y sábados de junio repasa su obra, que atraviesa el tango, folcore, jazz y latin jazz; y dedica a cada noche el repertorio de un disco diferente.
Mañana, desde las 22, Salinas se concentrará en el material de «Solo guitarra», un disco de 1997 donde aparecen eximios aires de tango y música criolla, y el sábado en «Amigos de España» (2005), donde se anima a las sonoridades del flamenco.
«Son discos que he presentado muy pocas veces en vivo y que no venía tocando. Por eso surgió esta idea. Es muy lindo tocar cada vez algo diferente», reveló Salinas en diálogo con Télam.
El músico de 52 años y oriundo de Monte Grande estará acompañado este fin de semana, según el imperativo de cada segmento musical, por Javier Lozano (teclado y piano), Christian Gálvez (bajo), Martín Ibarburu y Waldo Madera (batería), Oscar “Pocho” Porteño (percusión latina) y Alejandro Tula (percusión folclórica).
-Has transitado por diferentes géneros; ¿creés en la relación entre la música y el territorio? ¿Está la música necesariamente asociada a un paisaje, a una identidad cultural?
-Sí, es todo eso. Uno tiene que partir de su lugar y, desde ahí, salir al mundo. A veces me dicen que toco de todo, pero no es verdad. Cada cosa que toco, trato de estar autorizado.
«Una vez estaba con Jaime Torres en su casa y él me tiraba todos carnavalitos; yo le pedí hacer una zamba porque no me sentía autorizado. Ahora estoy más en la onda, pero igual nunca lo hice en público. Nuestros propios músicos… Horacio Salgán, Alfredo Abalos, Rubén Juárez, Mercedes Sosa te van autorizando».
-¿No creés, entonces, en la música sin fronteras?
-Atahualpa (Yupanqui) y (Roberto) Grela te llevaban a un lugar con apenas dos notas. Oscar Alemán, aunque toque otra música, te lleva al jazz con el swing, te arrastra a su idioma. Con B.B.King compartí cinco conciertos en Brasil y Argentina y siempre toca lo mismo de manera diferente, pero nadie dice «blues» como él.
«Cuando tocamos con Dino (Saluzzi) en el Colón terminamos con `Desde el alma` (Homero Manzi y Rosita Melo) y la gente por ahí pretendía que saliera una zapada. Y Dino les dijo: `Vieron qué música linda tenemos`. Uno va creciendo desde su lugar, y a partir de ahí sale al mundo».
-¿Cuál es el lugar de la improvisación en tu música?
-Nunca hay que irse de lo que hizo el compositor. Me gusta frasear desde la melodía porque si tocás sobre los acordes corrés el riesgo de irte para cualquier lado. Si partís desde los acordes en «Alfonsina y el mar» o en «El Antigal» perdés la línea y terminás usando el tema para mostrarte vos. El mejor método es seguir el propio tema.
-En tu caso, ¿la improvisación es una vía para incorporarle a ritmos criollos, musicalmente muy sencillos en su origen, nuevos elementos?
-El público no necesita entender de armonía, melodía o ritmo para disfrutar la música, y eso está bueno. Pero sí sabe cuando un artista es o no sincero. Es como mirar a alguien a los ojos.
«Una vez, tocando con (George) Benson me maté aprendiendo una frase muy difícil de él, estuve horas sacándola; y luego, cuando toqué algo mío, me dijo: `Eso es`. Lo importante es la sinceridad, no la especulación».