(Buenos Aires, junio 5 de 2011/Télam) – El séptimo satélite construido por argentinos está a punto de orbitar el espacio. Ocurrirá este jueves, a las 11.20, en Vandenberg (Estados Unidos) cuando un cohete Delta II venza la atmósfera terrestre a pura furia y despache en una maniobra delicada el SAC-D/Aquarius.
Cualquier número vinculado a este ingenio puede sorprendernos. Su instrumento principal, Aquarius, construido por la Nasa (Agencia Espacial Estadounidense), medirá la salinidad del mar con tal precisión que podrá detectar una pizca de sal en cuatro litros de agua.
Durante la noche, el instrumento nacional HSC (cámara de alta sensibilidad, en inglés) descubrirá las luces de un barco en el Mar Argentino. Y todo desde 657 kilómetros de altura y a 28 mil kilómetros por hora.
“Este tema está más cerca de la gente de lo que creen. La salinidad del mar es importante para tener pronósticos mucho más precisos de modelos climáticos a mediano y largo plazo”, dice Sandra Torrusio, investigadora principal de la misión SAC-D/Aquarius.
El artefacto es una colaboración entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), la Nasa y las agencias espaciales de Italia, Francia y Canadá. En Argentina participaron 200 científicos de instituciones científicas, universidades y empresas.
Que sea “made in” Argentina tiene sus beneficios. “Vamos a poder monitorear incendios, eventos volcánicos en nuestro suelo, la temperatura de nuestros mares y poder relacionar estos datos con los sectores productivos, los recursos naturales y a las emergencias”, explica Torrusio.
Es un observatorio del ambiente y el clima en el espacio con ocho instrumentos que recolectarán información y las transmitirán a la estación espacial Teófilo Tabanera de Falda del Carmen.
Dará 14 vueltas por día alrededor de la Tierra de norte a sur y el tiempo que transcurrirá hasta que vuelva a pasar por el mismo sitio es de siete días.
Es la primera vez que se medirá la salinidad marina de manera global. Asociarse con la Nasa significó pasar exigentes pruebas en la construcción del artefacto, también bajó los costos de construcción de lanzamiento. El país invirtió 60 millones de dólares, mientras que EE.UU. aportó 260 millones.
Historia satelital. La historia satelital argentina se inició el 22 de enero de 1990, 33 años después del ruso Sputnik, el primer satélite artificial de la historia. Aquella fecha se lanzó el Lusat-1, de 10 kilogramos, con fines educativos y construido por aficionados. Todavía sigue orbitando.
El “Victor” cordobés, o µSAT-1, fue el segundo. Lanzado en 1996, también fue un satélite de aficionados y educativo. En 2007 se lanzó el Pehuensat-1, el tercer satélite amateur construido en argentina. El país tiene otros satélites en órbita pero fabricados en el extranjero.
La era profesional se inició con el SAC-B, lanzado en 1996, el cual sufrió un desperfecto durante su puesta en órbita. Pesaba 191 kilos y tenía fines astronómicos. El SAC-A, con 68 kilos y lanzado en 1998, fue una prueba tecnológica para el siguiente, el SAC-C que 10 años después de ser lanzado sigue recolectando datos, como detectar las nubes de sal que forma la laguna Mar Chiquita.
El SAC-C pesa 485 kilos. El SAC-D, su hermano menor pesa el triple y mide 2,7 por 7 metros. Tiene las medidas y el peso de una Renault Trafic.
“Estamos llegando al final, pero hasta que no vea a la criatura caminando, esto es, en órbita y transmitiendo los datos, uno no va a descansar tranquilo. Es un momento de alegría pero también de tensión”, confiesa Fernando Hisas, coordinador del programa SAC-D.
El futuro espacial de Argentina estará marcado por los Saocom 1 y 2 que serán lanzados en 2014 y 2015. Y luego vendrá el SAC-E y el anhelo de un cohete propio de la mano del proyecto Tronador.
Si es por soñar, Conrado Varotto, director ejecutivo de Conae, lo hace en grande: “Un gran objetivo para nuestro proyecto espacial es poder, con el tiempo, dar alertas tempranas de eventos ambientales y no sólo trabajar en la mitigación luego de que ocurrió el desastre. Mi sueño del pibe es predecir terremotos con seis meses de anticipación”.
Comenzó la cuenta regresiva para que la estrella de la ciencia nacional llegue al espacio