No fue Binner. No fueron los socialistas. Alfonsín confirmó su alianza con De Narváez para sumar votos en la estratégica provincia de Buenos Aires y hoy dio por cerrada cualquier chance con el gobernador santafesino.
Lo que no estaba en los planes de casi nadie es que el mismo día anunciaría quien será su candidato a vicepresidente en las elecciones generales de octubre. Javier González Fraga, ex-presidente del Banco Central durante el primer gobierno de Carlos Menem, ligado al Peronismo Federal y con una visión económica industrialista, será el compañero de fórmula del líder radical.
El radicalismo busca así seducir a peronistas no kirchneristas, pero, sobre todo, busca el armado de una fórmula que genere impacto positivo en la clase media. González Fraga, es un economista prestigioso y que -con los años- pudo despegar su imagen de jefe del Banco Central durante el primer menemismo y asociarla a la de un industrialista con una visión heterodoxa de la economía.
Del lado radical, Alfonsín se jugó una carta hiperpragmática, primero puesta de manifiesto con la decisión de cerrar un acuerdo con De Narváez, ultimo vencedor del kirchneristmo pero que política y discursivamente se ubica en veredas casi opuestas a las que suele transitar la UCR, y ahora con la elección de un economista al que el oficialismo inmediatamente asociará con la década neoliberal del menemismo, las privatizaciones y la convertibilidad.
Antes que probar suerte con Javier González Fraga, Alfonsín intentó convencer a Roberto Lavagna, ex ministro de Economía de Duhalde y Néstor Kirchner, quién miró con desconfianza la propuesta menos por el armado electoral del radicalismo que por los números de intención de voto que hoy por hoy muestra el hijo de Raúl Alfonsín. El «no» de Lavagna no deja, sin embargo, totalmente sin sustento la pata peronista que siempre buscó el líder radical: González Fraga tiene mucho más que buen diálogo con el Peronismo Federal y con Duhalde.
González Fraga es desde hace años un crítico agudo del modelo político del politico-económico del kirchnerismo. Son diferencias que no están en la raíz de un modelo de aliento de la demanda, sino en el desconocimiento oficial al grave problema de la inflación, el creciento gasto público y uso discrecional de los subsidios públicos y en la falta de decisión gubernamental para sincerar los parámetros de la economía.