Los relojes marcaban poco menos de las cinco de la tarde. El cielo encapotado le ponía techo a una temible tormenta de viento y nieve que adelantaba la oscuridad de la noche inminente.
Sobre las heladas aguas del canal Beagle el pequeño pero portentoso avión Lear Jet de la gobernación fueguina intentaba sobreponerse al meteoro para llegar a Ushuaia, su destino programado.
Rodolfo Pourrain, copiloto de la aeronave, enviaba un mensaje a tierra… «Estoy con el canal a la vista». Sería su último contacto con la torre de control.
Nada más se supo del derrotero de la nave. En instantes cundió la alarma y poco a poco la noticia de la tragedia fue ganando las planas de la prensa en todo el país.
El Lear Jet se hundió en el Beagle y con él los cuerpos de sus doce ocupantes, entre ellos el Gobernador Ramón Trejo Noel y su esposa, Olga Luisa de Trejo.
Venían con ellos los ministros Roberto Luis Campanella (de Gobierno) y Fernando Diego García (de Economía). La comitiva se completaba con Ernesto Julio Löffler (legislador territorial), Ricardo Luis Sica (Secretario Privado de Trejo), Guillermo Marcilese (Secretario General de la Gobernación), Carlos Alberto Lisa (Delegado en Buenos Aires), Nora Ormiston (Asesora de Acción Social en Río Grande), Pedro Alberto Altuna (Sobreestante del Intevu) y los pilotos Mario Marconcini (Director de Aeronáutica) y Rodolfo Mario Pourrain.
Veinte años después otro radical, el legislador José Barrozo, diría de ellos que “Se habían ido no sólo los pasajeros del trágico accidente, sino que se habían ido muchas esperanzas y sueños de los fueguinos. Nos había dejado un gobernador como don Ramón Trejo Noel, que había marcado una tenaz voluntad de trabajo con un gran espíritu democrático basado en el diálogo y la solidaridad».
Así lo recordaron por siempre no sólo sus correligionarios, sino toda una comunidad que vio en él a un luchador por el futuro. Precisamente el día en que murió, Trejo Noel venía de discutir con el entonces Presidente Raúl Alfonsín –su entrañable amigo personal- dos temas fundamentales: la provincialización de Tierra del Fuego y la extensión de la ley 19640 de Promoción Industrial.
Fin de un sueño
Aquel 15 de mayo de 1984, Trejo Noel traía en su regreso muy buenas noticias, dicen. El Lear Jet volvía con la comitiva de funcionarios desde Capital Federal a Ushuaia. Cuando la aeronave estaba en zona para su aterrizaje en Río Grande, uno de los hijos del gobernador, Luis Tachi Trejo bajó con su esposa. Embarcaron en el mismo vuelo Roberto Campanella, Pedro Altuna, Ernesto J. Löffler y Norma Ormiston. La nave despegó a las 16.20 con destino a Ushuaia, a las 16.38 el copiloto avisaba que estaban a punto de comenzar el descenso. Alberto Pérez, miembro de la tripulación, operaba desde tierra dando el ok para el aterrizaje, que sería como cualquier otro.
A las 16.42 el avión estaba oficialmente en emergencia. Se había perdido todo contacto radial y el chubasco de nieve dificultaba las tareas de los torreros que intentaban en vano buscarlo en el cielo.
El “pájaro naranja” había desaparecido, llevando consigo a 12 personas y aunque las tareas de búsqueda se iniciaron de inmediato, el resultado no podía ser peor: no hubo sobrevivientes.
En cuanto las condiciones climáticas lo permitieron, comenzó una incesante búsqueda terrestre, aérea y marítima, llevada a cabo por la Armada Argentina, la Prefectura Naval, la Policía Territorial y Defensa Civil, entre otros.
Al día siguiente del accidente, un fotógrafo y buzo profesional radicado en Ushuaia, Héctor Elías Monsalve se zambulló en las heladas aguas del canal.
Monsalve, (que cuenta en su legajo con el descubrimiento del barco hundido Monte Cervantes), exploró por dos semanas, siempre azotado por la tormenta, hasta que encontró el lugar preciso, a 30 metros de profundidad, destrozado, yacía sumergido el pájaro naranja.
Los días previos, y en angustiosa tarea, se fueron hallando cuerpos, algunos de ellos a treinta metros de profundidad, aunque después del sexto día, la jefatura de la Región Aérea Sur había descartado la posibilidad de producir nuevos hallazgos. Entre los objetos rescatados se pudo contabilizar uno de significado muy especial, el maletín de Don Ramón, lleno de trámites y sueños.
Un hombre de la democracia
Ramón Alberto Trejo Noel había nacido en el año 1920 en Buenos Aires y en la década del 50 se radicó en la ciudad de Río Grande. Se destacó como comerciante y luego como despachante de aduanas, oficio que, junto a la política hallaría dignos sucesores en sus hijos. Al mismo tiempo comenzó a ejercer activa y apasionadamente su militancia política en la Unión Cívica Radical, aquilatando una especial amistad con el Presidente Raúl Alfonsín, lo que lo llevó a ser su elegido para ejercer la gobernación de la isla desde diciembre de 1983 cuando se iniciaba la recuperación democrática..
Dicen las crónicas de su gestión que en el primer ejercicio fiscal de su corto gobierno, incrementó en un cien por ciento el Presupuesto de Salud y puso en marcha el funcionamiento de los consultorios periféricos que por años constituyeron la base de un sistema de Salud Primaria ejemplar para el país. Su gestión fue la última que pudo exhibir notas elogiosas en calidad educativa; en las escuelas se puso en marcha la copa de leche para los pequeños alumnos.
La construcción de más de 1800 viviendas fue el sello que le imprimió a la obra pública, consciente del crecimiento meteórico que la ley de Promoción prometía para la Isla.
Fue la suya, como funcionario de Alfonsín, una política de apertura democrática, fiel a la época en que le tocó asumir el poder. Junto con el inicio de su gobierno se puso en marcha la Legislatura Territorial, cuyo primer período de sesiones ordinarias alcanzó a presidir.
Decía aquel 1 de mayo de 1984, con fiereza democrática:
“Más allá de cualquier diferencia, solicito la comprensión y colaboración de los que realmente creen en la democracia como único sistema de gobierno para nuestra patria”. “De este pedido quedan excluidos en forma absoluta y total los que, desconociendo la realidad que vive la República, son seguidores por vocación de los de siempre y los que, cuando se les ocurre, cortan de un sablazo los tientos que unen al Pueblo argentino con la Constitución”.
Trejo Noel apenas pudo comenzar su gestión. Pero ninguno de sus sueños fundamentales quedó trunco. La promoción industrial superó los más reaccionarios vendavales políticos y económicos y llegó hasta nuestros días, como motor vital del crecimiento poblacional. La provincialización tampoco podía quedar frustrada. Alfonsín lo había prometido y, ya sin la compañía de Don Ramón, el proyecto se haría realidad poco tiempo después, impulsado por el Presidente radical de la Argentina democrática.
Alfonsín visitó la Isla para acompañar a su Delegado y amigo, el 5 de mayo de 1984, poco antes de la tragedia. Desde Buenos Aires sufrió la angustia de la trágica noticia el 15 de mayo y en octubre –en coincidencia con la celebración del Centenario de Ushuaia- llegó para prometer a todos los fueguinos lo que ya le había confiado a Don Ramón. Estaba preparando el proyecto de Provincialización para enviarlo al Congreso Nacional.
Desde entonces y hasta su muerte- fueron varios los viajes que Alfonsín efectuó a Tierra del Fuego en coincidencia con un 15 de mayo. Varias veces presidió el homenaje póstumo que el pueblo fueguino le dispensaría desde entonces a uno de sus hombres políticos más recordados y queridos. Hoy, la dispersión partidaria y los apuros políticos han jugado en contra de la trascendencia de los recordatorios anuales, pero la memoria no decae ni cambia. Don Ramón sigue siendo una impronta tutelar en el pensamiento y la acción de quienes supieron abrevar de su ejemplo.
Oscar D’Agostino
(Bibliografía: Espiando la Historia- Luis Benito Zamora; archivos Museo del Fin del Mundo; Archivos TIEMPO Fueguino – Archivo diario La Nación)