Los análisis de los últimos grandes terremotos ya apuntaban en la misma vía: unos días antes de un gran seísmo, la atmósfera sufre algunas alteraciones que son visibles desde el satélite o desde las estaciones de medición terrestre, aunque de momento siempre se analizan los datos a posteriori. El último caso, el terremoto de magnitud 9 de Japón del pasado 11 de marzo, uno de los más intensos de la historia, no es la excepción.
Un grupo de científicos encabezados por Dimitar Ouzounov del centro Goddard de la NASA, ha analizado los datos recogidos tras el terremoto de Japón y ha encontrado cambios en varios parámetros físicos unos días antes del desastre. En concreto, los primeros resultados muestran que el día 8 de marzo, tres días antes del terremoto, se produjo un rápido incremento en la emisión de radiación infrarroja cerca del epicentro, según los datos del satélite. Otras mediciones indican que hubo una anomalía en la densidad de electrones.
¿Cómo se producen estos cambios en la atmósfera tras el movimiento de la corteza? Los científicos creen que las fricciones bajo la superficie provocan una serie de corrientes en el subsuelo que podrían alterar las cargas eléctricas o bien dejan escapar gases de procedencia radiactiva como el radón que alteran el equilibrio de electrones sobre el epicentro.
“Las rocas contienen partes eléctricas que se activan cuando son presionadas”, nos contaba hace unos meses Friedemann Freund, profesor de Física del Ames Research Center de la NASA, a lainformacion.com. “ Y forman corrientes eléctricas en la profundidad de la corteza terrestre que pueden alcanzar cientos de miles, quizá millones, de amperios». Una vez en la superficie, estas corrientes ascendentes crean campos electromagnéticos lo suficientemente fuertes como para ionizar el aire, según Freund. “Una gran burbuja de iones positivos asciende en la atmósfera” continúa. “Cuando llega, hace que el plasma reaccione y los electrones son impulsados hacia abajo unos 20 kilómetros y eso es lo que la gente ha estado observando durante años antes de los terremotos”.
De momento, el sistema no permite detectar estos fenómenos antes de que se prooduzcan, pero diversos laboratorios e instituciones de todo el mundo trabajan por avanzar en el conocimiento de estos mecanismos, con la esperanza de que algún día podamos detectarlos a tiempo.