Como en una especie de autoproclamación de militante oficialista, las familias que se sumen a la iniciativa deben colocar en las fachadas de sus viviendas un cartel que promueve la reelección de la peronista Fernández, quien aún no ha confirmado si se presentará en los comicios.
Casa compañera. «Casa compañera del proyecto nacional y popular. Cristina 2011», reza la leyenda de los carteles instalados en «más de 250 casas de estratos medios y bajos» que integran la propuesta, en su mayoría situadas en el cinturón urbano de Buenos Aires, explicó Víctor Ducrot, dirigente de la peronista Corriente por una Comunicación Nacional, Popular y Democrática.
Los militantes que se vuelcan a la iniciativa, regada de «folclore» peronista, también «tienen a su cargo la organización de actividades, difusión de información y promoción de encuentros» en su casa con el fin de contagiar a otros vecinos, señala la página web de la Corriente.
Participación directa. Para Ducrot, se trata de un proyecto que busca «recrear una vieja tradición de participación directa», de modo que «quien abre su casa funcione como núcleo de debate en su territorio», aunque aseguró que «el control político está fuera» de la «nomenclatura» del plan.
«Llenemos la patria de casas compañeras para fortalecer a Cristina», propone el titular de la Autoridad Federal del Servicio de Comunicación Audiovisual, Gabriel Mariotto, impulsor de la Corriente y de la ley de medios aprobada en octubre de 2009, rechazada por las grandes empresas periodísticas del país.
De hecho, la agrupación apuesta por alcanzar para marzo próximo las mil «casas compañeras», principalmente en el área urbana bonaerense, un territorio clave en los comicios argentinos ya que allí residen casi 10 millones de personas, un cuarto de la población argentina.
«Creemos que hay que recuperar la militancia. Uno de los nefastos resultados de la dictadura y de los 90 fue el rompimiento de las redes de movilización política. La idea es que la casa compañera sea un centro de militancia en función de Cristina 2011, en el que haya encuentros de vecinos y debates», apunta Ducrot.
Según registros del Ministerio del Interior, en Argentina hay unos 8.000.000 de afiliados a partidos políticos, aunque analistas privados desacreditan esa cifra, que representa el 20 por ciento en una población que desconfía de los políticos, según revelan las encuestas.
«Los hijos de la política de los 90 empezamos a creer una vez más» con este proyecto, señala por su parte el joven Pascual Casal, militante de la oficialista agrupación estudiantil Rodolfo Walsh y uno de los que abrió las puertas de su casa para sumarse a la iniciativa.
Gloria Mangione, de 66 años, asegura que algunos vecinos le amenazaron cuando colocó el cartel de «casa compañera» en la fachada de su vivienda del barrio porteño de Flores, pero apuesta a «influir» en su comunidad «para que apoyen el proyecto nacional y hacer lo que antes se hacía en las unidades básicas», tal como se denomina a las filiales del peronismo.
«Algunos me ven como un bicho raro porque el Gobierno nacional no es muy atractivo para mis vecinos y tampoco participan mucho en política, pero mi idea es tratar de colaborar con el vecindario, conectarlos con el Gobierno para solucionarles problemas», declara Alfredo Kavaliauskas, vecino del barrio de Parque Patricios que se incorporó días atrás a la propuesta.
Críticas. Para el diputado de la opositora Unión Cívica Radical Miguel Angel Giubergia, sin embargo, esta iniciativa «es parte de esta concepción autoritaria que hay en el poder, que indica que el kirchnerismo está antes que todo y, por lo tanto, se crean estos mecanismos de control político que buscan acallar a todo aquel que piense distinto».
La experiencia se puso en marcha en medio del clamor de funcionarios y dirigentes oficialistas para que Fernández, favorita en las encuestas, se presente a la reelección, especialmente después de la muerte en octubre pasado de su esposo y antecesor, Néstor Kirchner, a quien señalaban como candidato.