Los 193 países representados, incluidos USA y China, han suscrito entre otros aspectos que es necesario reducir conjuntamente las emisiones de CO2 entre un 25% y un 40% al año 2020, siempre con respecto al nivel de 1990, y que sea la ONU quien pilote el proceso, aunque todos los detalles y el esfuerzo de cada uno deberán definirse en la COP17, que se celebrará en diciembre del 2011 en Durban (Suráfrica).
Así, un acuerdo final de pobre apariencia pero con una enorme trascendencia política ha clausurado en la ciudad de Cancún, en el Caribe mexicano, la 16ª cumbre mundial sobre cambio climático (COP16).
“El acuerdo de Cancún abre una nueva era de la cooperación internacional”, ha declarado la gran triunfadora de la noche, Patricia Espinosa, ministra mexicana de Exteriores y presidenta de la cumbre.
El más efusivo fue el delegado indio, Jairam Ramesh: “Dios estuvo cerca de México. O quizá fue una diosa”, afirmó.
Los documentos aprobados crean el Fondo Verde Climático, para administrar la ayuda financiera de los países ricos a los más desfavorecidos.
Hasta ahora, la Unión Europea, Japón y USA prometieron aportes, que deberán crecer hasta alcanzar los US$ 100.000 millones anuales en 2020.
También fue comprometida una ayuda inmediata de US$ 30.000 millones, parte de un fondo a corto plazo.
En el paquete de medidas de lucha contra el clima aprobado por la conferencia, consta también un mecanismo de protección de los bosques tropicales del planeta, cuya masiva deforestación provoca el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo.
Las reticencias de Bolivia
Bolivia fue el único país que se opuso, alegando que los documentos no responden a las necesidades de la lucha contra el calentamiento global del planeta y que tampoco acogen las propuestas de la conferencia de los pueblos organizada en su país en abril.
La renuente Bolivia hizo peligrar el pacto hasta el último momento pese a los esfuerzos pacificadores de Espinosa y de sus tradicionales aliados, como Venezuela y Ecuador.
La delegación boliviana consideraba que las medidas que emanan del texto no eran suficientes para frenar el calentamiento global. Al final, la declaración toma nota de sus quejas, pero nada más.
“Acaba de romper las reglas (…) La regla para la adopción -de los documentos- es el consenso”, le objetó el negociador boliviano, Pablo Solón, a la presidenta de la conferencia.
“La regla del consenso no significa la unanimidad, ni mucho menos la posibilidad de que una delegación pueda pretender imponer un derecho de veto sobre la voluntad que con tanto trabajo hemos alcanzado” 193 países, le respondió tajante Espinosa.
Bolivia anunció posteriormente que acudirá al Tribunal Internacional de La Haya para impugnar el resultado de la Cumbre por considerar que se violó el reglamento de Naciones Unidas en la aprobación de sus documentos finales.
“Vamos a recurrir a las instancias legales que correspondan en el marco de la Convención (del Cambio Climático) que claramente establece que en estos casos la Corte Internacional de Justicia es la instancia que se pronuncia”, dijo a Efe el embajador boliviano ante la ONU, Pablo Solón.
Incorporación de las propuestas de Copenhague
A diferencia de lo que sucedió en la anterior conferencia de Copenhague, cuyo acuerdo final fue engendrado a espaldas de la ONU, las delegaciones han dado a la organización un voto de confianza.
“Los compromisos que los países hicieron en el 2009 se someterán a la vigilancia de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional”, ha sintetizado la secretaria de Estado de Cambio Climático y portavoz de la delegación española, Teresa Ribera.
En el texto se incorporan las propuestas de reducción de emisiones de CO2 anunciadas el año pasado por los diferentes estados en Copenhague.
Con las cifras conocidas, la reducción global se sitúa en el 13%-17%, (con respecto a 1990) aún lejos del 25%-40% que ahora han aceptado, pero es un paso sustancial porque todas las delegaciones asumen en un texto de la ONU que tienen que hacer algo.
No solo los 40 países industrializados del llamado Anexo 1 del protocolo de Kioto, que son los únicos que actualmente están por la faena, sino también USA, que nunca ratificó el tratado Kioto, y todas las potencias emergentes, a las que nunca se les había exigido nada.
En los próximos meses deberá negociarse cómo se logra que el 13%-17% se transforme en un 25%, es decir, como se reparte el esfuerzo suplementario.
Los anuncios no bastan
El texto admite por primera vez que existe una brecha entre las promesas y las reducciones realmente necesarias.
Según el IPCC, el grupo de expertos de la ONU en cambio climático, una reducción del 25%-40% en el 2020 permitiría estabilizar las temperaturas en unos dos grados por encima de los niveles preindustriales, considerado el umbral de lo asumible desde un punto de vista ambiental y económico, pero con 13%-17% los termómetros se dispararían más de tres grados.
El documento aprobado se plantea la posibilidad de ir más lejos si la próxima evaluación del IPCC, prevista para el 2015, dice que el problema del calentamiento es más rápido de lo que se pensaba. El texto, finalmente, también emplaza a la comunidad internacional a elaborar “un objetivo global de reducción para el 2050”.
Kioto, al menos 2 años más
Podría decirse que el protocolo de Kioto sigue vivo pese a que todos -salvo los países más humildes, encabezados por la combativa Bolivia- asumen que ya no es un instrumento válido.
Expira en 2012 y debe prorrogarse hasta 2020, pero le resta eficacia el hecho de que no estén en su seno ni USAni China, que juntos representan el 46% de las emisiones mundiales de CO2.
Como las 2 superpotencias no quieren que Kioto les imponga un compromiso, la única manera es que se sumen al esfuerzo al margen, de forma voluntaria.
La UE, Canadá, Japón, Australia, Rusia y los otros miembros del Anexo 1 deberán pactar ahora un esfuerzo para el periodo 2012-2020.
De hecho, un detalle sencillo pero de gran calado es que los países se han comprometido a que no haya un tiempo en blanco entre la conclusión de Kioto, en el 2012, y el inicio del segundo periodo de cumplimiento.
Control de emisiones
El documento final también aborda otro asunto conflictivo y sentencia que las emisiones de gases de efecto invernadero en los países en desarrollo, con una mención implícita a China, estarán sujetos a controles internacionales de verificación.
Un cómputo científico del CO2 era una de las exigencias de USA para sumarse al consenso. La revisión, en cualquier caso, se llevará de tal manera que “no sea invasiva, punitiva y siempre respete la soberanía nacional”, tal como exigía China.
Entre otros aspectos, el texto también confirma el establecimiento de un programa de ayuda de € 30.000 millones en los próximos 3 años para que los países más desfavorecidos puedan hacer frente a los peores efectos del cambio climático, aunque no entra al detalle sobre quién gestionará el fondo.
Y mantiene el mecanismo de la compraventa de carbono para que los países incumplidores descuenten emisiones mediante proyectos verdes en el mundo en desarrollo.
Aplauso de las ONGs
Prueba de que el nuevo texto fue un éxito, aunque modesto, es que las ONGs acogieron las conclusiones con agrado. «No satisface todas las necesidades requeridas para afrontar el cambio climático, pero resume la disposición de los países para llegar a un acuerdo climático», dijo Violeta León, de Oxfam-México.
El responsable de Cambio Climático de Greenpeace, Wendel Trio, afirmó que el texto era un avance mucho mayor de lo que se esperaba de Cancún ya que admite la brecha que separa los actuales compromisos de los que son necesarios para evitar el calentamiento del planeta.