SEMBLANZAS
Por Jorge Daniel Amena (*)
GENTE INVISIBLE
¿Hay gente invisible?
Bueno, en los términos de la concepción de la fábula infantil (o no tanto) de caminar por las calles, entrar a moradas, y escuchar sin ser visto, ese estricto sentido creo que no. Pero en un sentido menos fantástico (o no tanto) sí, existe gente invisible a la que no vemos o no queremos ver. Y situaciones a las que no vemos, o no queremos ver.
En suma. Hay gente invisible.
Con toda alegría se habla aquí y allá de asentamientos (Dícese de sitios donde habita gente que se “asienta” o sea que vive en determinado lugar). Son muchos a lo largo y ancho del país y en nuestra ciudad también.
¿Qué es un asentamiento? ¿En qué se diferencia de un barrio “normal”?
– ¡Ah!, Dirá el funcionario, es que son… y agrega el adjetivo “ilegales”.
Esa gente, la que allí vive es invisible. ¿Cómo y por qué llegaron ese estado de ilegalidad “tolerada”? y que es un mote que no merecen, son preguntas que la gente educada no debe hacer.
Uno, a determinada edad, es invisible para los diseñadores de modas, para los que -como decíamos- han dejado de ser neutrales junto con la ciencia, y te muestran o te hacen saber que si no invisible, por lo menos tu presente se encuentra en términos de desmolecularización.
Porque, cuando uno compra un “coso” que antes emitía sonido con solo apoyar una púa sobre un disco de vinilo, ahora necesita 48 artefactos más con sus correspondientes cables, “puertos” y transformadores, so pena de quedarse como un idiota viendo lucecitas, que le dicen que Ud. sin dudas merece morir, por infame ignorante posmoderno.
Para colmo, los aparatos de televisión son cada vez más grandes, y los teléfonos más chicos. Y en realidad no sé qué a que carajo viene esto, pero es una realidad.
Cuando se implanten chips en el oído y en las cuerdas vocales, será todo un problema. No se sabría si ir a un fonoaudiòlogo o a Movistar…
Pero fuera de toda digresión (hoy estoy es esos días…) somos muchos los que no hemos convertido a la sacra cofradía de la invisibilidad.
Que Nicolai Hartmann, un filósofo que no era de este siglo ni del otro que pasó y tampoco era de este planeta, escribió: “Todo lo que es, es percibido, y todo lo percibido, es”.
De modo que, atravesando las destempladas y cambiantes arenas del desierto del no ser, estamos condenados a desaparecer o al menos desterrados de la visión ajena.
Junto con los de esta edad condenada al purgatorio tecnológico, conviven la niñez desentendida, los de la tercera edad… ¿hay una cuarta, y en todo caso cuál es? A los que “entretienen” con juegos de mesa, evitando que no se coman las fichas de dominó creyendo que son galletitas. Por Favor! Un poco de sentimiento de dignidad hacia quienes todo lo dieron. (Bueno algunos no, pero que le va uno a hacer).
Pero la vida parece pasar por Papel Prensa, por la acromegalia de algunos señores que invaden los medios televisivos, los motochorros, los políticos emigrantes y un mundo que no para un instante, para no dejar de estar en el mismo sitio todo el tiempo.
Un verdadero Deja Vù.
En la mitad de la cancha un grupo de inadaptados con distintas camisetas, acorde a sus preferencias se disponen a jugar un poco al juego que mejor juegan y mejor saben.
Con la pelota de cuero cosida con tientos. Que hace doler cuando se la cabecea.
Y que no dobla.
Como la vida.
(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – Ex Juez Nacional – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional – Miembro permanente de la UNV(United Nations Volunteers) de la ONU.
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