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SEMBLANZAS (XLV): Hostilidades

«Y como suele suceder –por estos tiempos- las palabras o las actitudes, no se convierten en estatuas de sal, sino que salen disparadas, a través de todo lo que sea apto para que sean propaladas. …» Especial, por Jorge Daniel Amena para radiofueguina.com


SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel Amena (*)




Hostilidades


Hostilidades…y algo más. Ellas son como mariposas negras que nos sobrevuelan a cualquier hora, ennegreciendo la luz del sol, o haciendo más umbría la oscuridad o la bruma.


Son plaga, y como uno se retroalimenta con ellas no poseen predador natural conocido.


Están – parece- a preservarse hasta el fin de los tiempos, como dicen que sucederá con las cucarachas.


¿Como reconocerlas cuando uno está inmerso en un universo, donde la hostilidad en el diario devenir se convierten en la regla y no la excepción?


Sucede que es complicado –y hasta dramático- concluir que deberemos convivir con ellas, con la sensación de que forma parte (la hostilidad) como el estado natural de las cosas.


Nos despertamos, nos bañamos, nos arropamos y salimos a la calle agregando una dosis de autodefensa en gotas, disueltas en el café o el mate.


Existen las hostilidades refinadas que uno percibe solo porque tiene el oído atento o es poseedor de una perspicacia inusual. También las hay brutales y explícitas.


Y como suele suceder –por estos tiempos- las palabras o las actitudes, no se convierten en estatuas de sal, sino que salen disparadas, a través de todo lo que sea apto para que sean propaladas. O sea, cualquier cosa que se enchufe o no, cualquier secuencia humana que implique escuchar y/o ver.


Y se ve y se escucha.


Desdoro, puteadas, vulgaridades enancadas al nivel de idioma oficial. Mentiras espantosas que no resisten la luz del sol (ni siquiera el pálido sol del amanecer), actitudes destempladas, grosería en el trato más elemental, el saludo convertido en propiedad de Los Príncipes – y sólo entre ellos- y por tratar de sintetizar el concepto que campea en el aire, una profunda indiferencia, que hace que uno se meta en su casa, hasta que lleguen mejores días.


Saliendo de los confines de ésta, mi ciudad, la masividad de interrelaciones hace que uno pueda centrarse en la observación más puntual, menos subjetiva, y ver que -en todo caso- saliendo de la impronta terrible de la violencia -que existe en todos lados- el anonimato se convierte en un filtro para ver y escuchar.


Y uno ve y escucha.


La contracara de las hostilidades está embanderada por mozos simpatiquísimos y hasta conductores de microbuses, devenidos en gentileshombres del Romanticismo.


Uno advierte que a veces suele lucir hostil, reconcentrado y ausente, se confiesa, que más que hostilidad es retracción, temor y hasta una sensación inenarrable de pertenecer a la no pertenencia.


La mayoría agravada de la exclusión.


Pero quizás sean sólo sensaciones, como suele referirse hoy en día a las circunstancias que solo moran en la virtualidad.


Quien sabe.


El otro día (es decir, cualquiera antes de estos escritos) se me ocurrió pensar – no, no es un milagro- y el pensamiento fue escrito. “Al borde del abismo todo el mundo evoluciona”.


En una de esas, es cierto.


Que sabe nadie.




(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – Ex Juez Nacional – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional – Miembro permanente de la UNV(United Nations Volunteers) de la ONU.


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