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SEMBLANZAS (XXXI): Silencios

Obviamente, como la mañana de hoy 34 años después, todo era silencio. (Especial de Jorge Daniel Amena para Radio Fueguina)



SEMBLANZAS



Por Jorge Daniel AMENA (*)



Silencios..



Una bicicleta color gris, con el portaequipaje (esos con resorte), pero puesto en la parte delantera, y al revés, (cosa que pudiera ver los libros amarrados) que saltaban por las calles adoquinadas, y las vía de los tranvías que se negaban a esconderse del todo. El tema era llegar a destino con todo el patrimonio cultural escrito intacto.


Pero esa mañana no.


Esa mañana tomé la calle 12 hasta llegar a 7 y 51, pedaleando y estornudando a la vez por las esporas de las plantas de tilo que bordean las calles llegué a la cancha de Estudiantes, y de allí en dirección al Bosque. Solo había, carros blindados, y soldados, lo que no era en absoluto ninguna novedad. Si me llamó la atención (ya en el bosque) la cantidad de cápsulas servidas de F.A.L., y algún que otro correaje de cuero entre el pasto.


Como corresponde fui interceptado por una patrulla, que me pregunta (no toda la patrulla, sino uno de los integrantes armado hasta los dientes), en un no muy delicada pero si perfectamente entendible interrogación. Dixit: “Que carajo andas haciendo por acá pelotudo de mierda”.


Con mi habitual agudeza, (quizás menguada por el ominoso caño del fusil de asalto que me apuntaba directamente a los testículos, acunado entre sus brazos) ni se me ocurrió decir lo primero que se me había ocurrido que era. “paseando”. Dije alguna estupidez que por la situación resultara- en efecto- no tan imbécil, y regresé a casa.


Radio no tenía, solo un Winco, y precisamente escuchar a Gilbert O´Sullivan cantando “Nuevamente Solo” no parecía ser la mejor de las opciones.


Unos peruanos que por razones obvias no podían irse a su casa;… vivían en Lima, me permitieron escuchar la retahíla de comunicados del Proceso de Reorganización.


Naturalmente ( Oh!! paradoja) solo, casi todos se habían ido a sus casas, a sus pueblos de origen, y tomando mate con ellos (los peruanos), decidí que debía quedarme. Rendía mi última materia; Filosofía del Derecho, en tres días.


Obviamente, como la mañana de hoy 34 años después, todo era silencio.


Después uno se fue enterando.


Detalles.


Desapariciones.


Ausencias.


Por supuesto mi departamento fue allanado, (como corresponde) en el más triste de los procedimientos que habrá de recordarse, Un traje marrón planchado (mal), para rendir, algo de yerba algunas salchichas, y un cofre con ropa interior y medias pertenecientes al pleistoceno. La ducha que no andaba, una cama turca con velador adosado y libros, muchos y apuntes, también muchos y una foto de revista de Olivia Hussey, pegada en la pared.


También muchos ejemplares descuartizados de “El Toni” y D´Artagnan”.


La Facultad de Derecho estuvo cerrada seis meses. Durante ese lapso, estudié como un monje en la secuencia más estremecedora de cualquier imagen de la película “El Nombre de la Rosa”. Y silencio extremo.


Nunca más se buscó compañero para estudiar o repasar la materia ni nada, el comedor Universitario estaba cerrado y los Centros de Estudiantes tapiados y silentes.


Cuando en silencio fui a rendir, sabía más filosofía que los habitantes históricos del Partenón.


Un nueve fue la nota.


Alguien en un exceso ritual (solo eso) me estrelló un huevo en la cabeza. Y me volví caminando con el traje hecho jirones, derechito por 6 hasta 48. Un nuevo abogado, que recitaba el “Espíritu de las Leyes “de Montesquieu, entre escopetas recortadas 12 mm de un bando y de otro, y de otro y de otro.


Desde aquel entonces Filosofía y silencio fueron sinónimos.


Jamás esta ausente de cualquier escrito, por vano que sea. A algunos les aburre. Otros ni se molestan en aprender, en algunas facultades la han eliminado como materia.


Y esta mañana del 2010, año del Señor, pienso que nada es casual, nada mejor para que prevalezca el jolgorio chabacano y carnavalesco, que el silencio creador y formador de opiniones.


Los discursos a las cursadas.


Lo estentóreo a lo razonado.


El silencio como opinión es más letal que un arma.


Pero no hay traficantes de silencios.





(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.




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