Era una oportunidad adecuada para salir a jugar fuerte, contra el gobierno provincial y en aras de la reactivación partidaria. Pero la primera reunión del Consejo Provincial del Partido Justicialista dejó en evidencias las heridas abiertas que la interna no logró cerrar y, para peor, las enormes dificultades que la conducción sufre a la hora de intentar que los electos se avengan a rendir pleitesía a la dirigencia partidaria, después de años de ejercer sus cargos en completa orfandad.
El encuentro iniciático del Consejo llevaba como excusa sentar postura (contraria) frente al convenio por la planta de metanol. La apuesta de máxima apuntaba a que legisladores y concejales aceptaran las conclusiones del partido como mandato a trasladar a sus bancas.
Pero la movida fracasó aun antes de iniciarse. No sólo por la ausencia (no por previsible menos inconveniente) del presidente del partido, Carlos Manfredotti. En el seno del Consejo ni siquiera se molestaron en encontrar excusas elegantes para explicar la ausencia del presidente y se encargaron por unanimidad de hacer saber que Manfredotti “está descansando en Carlos Paz”.
De tal modo, y como desde hace casi treinta años, Chiquito Martínez hizo valer su rol de patriarca, y presidió el despoblado cónclave, flanqueado por la ex presidenta Mabel Caparros y una diputada Bertone cuya condición de referente frente al gobierno nacional y al peronismo de los Kirchner aparece cada día más desdibujada.
El resto (no más de 30 participantes entre la mesa y el público) dejaban traslucir que la reunión no era lo que se dice “del partido” sino estrictamente del sector enrolado en la conducción que en el Consejo tienen copada “los cabezones”.
Electos, ninguno, excepto un concejal Pino que obedece incondicionalmente los lineamientos trazados por el manfredottismo y que se pasó la tarde mirando a Bertone para saber cuándo podía hablar o, al menos, hacer algún gesto, generalmente de aprobación.
La ausencia con aviso de los legisladores y los concejales de Río Grande tenía un motivo implícito insalvable y una excusa que era más que nada una denuncia contra la conducción. En primer lugar ni los legisladores ni los concejales de Río Grande están interesados en refrendar una posición contraria al futuro de la zona Norte, en tanto la planta de metanol se ha convertido en auténtica esperanza para el desarrollo de la región. Más aún, varios de ellos criticaron agriamente la liviandad con que la Departamental Ushuaia (con la avanzada de Pino) se pronunció livianamente contra el emprendimiento “sin conocer siquiera de qué se trata en realidad el proyecto”, según remarcaron.
Pero los legisladores basaron su inasistencia en una razón de lógica pura: “Nos invitan a debatir cuando la postura está absolutamente definida y el documento redactado y firmado”, dijeron y la realidad les dio la razón. De hecho, apenas comenzada la reunión celebrada en un quincho de Chacra II salió a relucir el documento acerca del cual sólo hubo que leerlo y explicarlo a los escasos presentes, porque no había nada que discutir, modificar ni mucho menos redactar.
En un clima pesado, donde las ausencias pesaron demasiado, el cónclave se terminó enseguida. Aunque el documento estuvo redactado por dos de los presentes, Chiquito Martínez volvió a hacerse cargo, firmando solitariamente el libelo. Todos se retiraron pensando en cuánto costará reagrupar un partido que se siente “condenado a gobernar la provincia” en el 2011 pero que no puede con sus internas y que se sigue debatiendo entre la necesidad de renovarse y la resistencia de los cabezones a emprender la retirada.