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Semblanzas (XIX): Voltergeist

Los duendes domésticos, esos huéspedes invisibles e insoportables. Por Jorge Daniel Amena. Exclusivo para radiofueguina.com.



SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel AMENA (*)



Voltergeist



Algunos dicen que no existen, SI existen. De hecho, estos fenómenos (a ellos no les gusta que los llamen así), son los que comúnmente se denominan desde hace siglos pequeños demonios o duendes domésticos, casi siempre inofensivos, salvo cuando adoptan la personalidad de burócratas en alguna oficina, donde se divierten muchísimo solicitándole papeles que luego arrojan por la ventana, y volviéndoselos a exigir, aludiendo que usted no se los ha entregado.


Pero en general son domésticos, conviven con usted, y saben mucho más de su vida de que lo que se imagina.


Una cosa los saca de quicio, el viento. También a uno, pero hace lo que puede, se guarece de todo lo que vuela y se queda en su casa luego de una semana infernal, donde todo se complicó de una manera u otra, lo enloqueció el tránsito, los cortes de calles, su jefe, los amigos de su jefe, le cayó mal la comida, y finalmente el viernes se desmayó.


La mañana, tranquila, con viento y sol, digamos adecuada para hacer compras de vituallas y dedicarse a tareas placenteras que le hagan olvidar el horror de la semana que pasó, que no es más que el prólogo del horror de la semana que viene.


Pero aún así, luego de cuidar algunas plantas de interior y abrigándose medianamente, decide comprobar si la máquina de cortar pasto, protagonista de los veranos, funciona.


Luego de varios escarceos, comprueba que si funciona y entusiasmado decide dar una vueltecita por el jardín y termina de color azul, porque lo que empezó debió terminarlo.


Eso sí, viento a favor…ni se imagina. Cansadito como quedó y mates mediante, atento a lo avanzado de la hora decide comer algo muy liviano, cosa que hace.


Luego de una ducha (después de intentar prender el calefón 500 veces) la cama lo recibe como un guante de seda. “Hasta que empiece el partido”, se dice.


Una vez tapado siente un “crack”. Lo que no es raro, en estos días todos los sonidos son vibraciones y sonidos de sirenas. Pero era algo más que un pequeño ruidito, algo se deslizaba…si eran ellos: Voltergeists.


Colgado de una pared hay un mueble de dos puertas que tiene por misión ser receptáculo de algunas tazas, y en especial, toda una gama muy variopinta de lamparitas, enchufes sin los terminales, trozos de cables, lo que fue en una época sopa en cubitos actualmente con aspecto precolombino, y más, mucho más. Y otro pequeño mueble a su lado también en menor medida se encuentra preñado de objetos de distinta índole.


Al “crack” le siguió un deslizamiento imperceptible y finalmente, con las puertas abiertas de par en par, se precipitó al piso. Los habitantes domésticos felices, porque el viento no les había permitido salir, hicieron lo que quisieron y como quisieron, los objetos eran pisados, lamparitas se trituraban en el suelo, mientras el mueble de gran calidad se desmigajaba mostrando sus entrañas de aserrín aglomerado incapaz de recibir un pinchazo de alfiler sin romperse en mil pedazos.


Como pudo se emparchó, más quedaba perforar el cemento, que equivale a romper los cerrojos de Fort Knox en EEUU; las mechas trepidaban y se doblaban, mientras uno escuchaba las risitas ladinas, el suelo impisable, las manos ardidas de lavandina y otros abrasivos, mientras la perra -acicateada por los duendes- saltaba y saltaba ladrando ante una circunstancia que le parecía divertidísima.


Dos horas después quedó demostrado que: 1) Debía bañarme de nuevo 2) Pedir perdón por las imprecaciones de altísimo calibre que hube de proferir 3) debía escribir. Solo que no existe a estas horas Internet, murió, se suicidó, decidió abandonarnos para siempre.


Me senté en un sillón a intentar escuchar el silencio que no era tal, tal vez urdían alguna otra actividad que me tuviera por destinatario; pero no. Abrí la puerta y un ramalazo de viento frío me empujó hacia dentro nuevamente Cuando Ud. observe que le pasan estas cosas no las atribuya a la casualidad, existen, están a su lado permanentemente, viven para joder nomás, pero son inofensivos.


Algunos desde hace mil años y tomando el camino equivocado se han dedicado a dirigir no solo a sus congeniares sino a los seres humanos y se han convertido en personas que toman decisiones por las gentes a lo largo y lo ancho del mundo.


Le recomiendo que en esos casos SÍ tenga cuidado.


Esos no joden ni son domésticos.




(*) Escritor- Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente provincial, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.



(Se autoriza la reproducción, citando la fuente. Rogamos informar acerca de su publicación.)



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