SEMBLANZAS
Por Jorge Daniel AMENA (*)
Von Staäk
Jon Von Staäk , había nacido en Namibia allá , en el 1900, (según los registros de la época) no establecen con exactitud el año y la fecha aunque se cree que debe haber sido alrededor de 1902, de padre colonizador y madre negra, era un simpático y alegre muchachito, judío/alemán y negro de las colonias, quien apuraba sus días entre la caza y la férrea educación privada que su padre había dispuesto para él y sus cinco hermanas, fruto de otros tantos matrimonios.
De todas maneras Jon resaltaba en el grupo familiar que solían compartir safaris familiares los domingos por la mañana; (resaltaba en realidad por ser el único de color negro). Su madre biológica había fallecido de malaria cuando él era apenas un pequeño, y fue criado por una nana de la tribu Shona, de la que aprendió el arte de trenzar cuerdas y más tarde a coser liencillos para coloridas prendas típicas que lucían los nativos. También aprendió las difíciles maniobras de sortear los meandros de las aguas blancas en los ríos, esquivando filosas piedras y troncos a la deriva.
Su padre regenteaba una granja de seiscientos acres donde cultivaba café, pero todas sus ganancias eran dilapidadas en lupanares y alcohol, lo que con el tiempo le quitó todo interés por el emprendimiento, el que se degradó de modo tal que tuvo que recurrir a entidades financieras de dudosa reputación como el Namibian Strugguën Bank, el que al cabo de solamente dos años era propietario de la granja.
Con su estadía africana también hipotecada por deudas de juego, emprendió el camino de regreso hacia el que sería el lugar de su muerte en un oscuro barrio de la Baja Baviera, donde rentaban una casa destartalada, muriendo un día, con pena y sin gloria en una taberna situada en las afueras de la ciudad.
Alemania había perdido la Gran guerra y se cernía una gran depresión sobre el país; el marco se devaluaba constantemente, y se insinuaba allá por 1935 el auge de una corriente que se denominaba nacional socialismo, que auguraba un futuro promisorio y el renacer del hombre nuevo, tal cual se podía leer en distintos “sueltos” que inundaban las calles del país teutón.
Jon era por entonces un apasionado lector, actividad que desarrollaba cada vez que podía a la luz de un candil. Se entusiasmaba con la doctrina de Marx y los encendidos discursos de Stalin. Quienes propugnaban la lucha de clases y otros tópicos que lo encendían vivamente.
Fue entonces por decisión y convicción, que decidió integrarse a las reuniones del Partido Comunista, en escondrijos situados en los andurriales. De día intentaba en medio del caos vender relojes Cucú que llevaba en una valija de madera; lo que por cierto no le reportaba unos pocos marcos a la semana. Producida la invasión a Polonia, él, judío, negro y comunista, tenía -por decirlo de alguna manera- un futuro que por donde se lo mirara tenía el mismo color de su piel.
No fue su vida en más, la de la Familia Von Trapp, huyendo a través de los Alpes entonando canciones jolgoriosas, la pasó peluda el tipo.
Al fin de un periplo que llevaría la extensión que suele llevar una vida llegó de la forma que pudo atravesando mil países y riesgos. Finalmente al país de la Libertad. Junto con miles de inmigrantes menesterosos como él, descubrió que los de su raza no eran maltratados, sino que eran MUY maltratados.
Siguió, pues, su paso de marcha, recalando en New Orleáns; allí se alojó en una pensión cuyo dueño había conocido las delicias de los campos de algodón, y con su habilidad de navegante y su conocimiento de la hechura de nudos y juegos de cuerdas, consiguió un trabajo ¡El primero en su vida!, como marinero de proa en un barco que navegaba el río Missisipi, con las palas golpeteando en el agua con el compás inconfundible de esos increíbles barcos de vapor.
Allí sentado, en un manojo de cuerdas, escribió una canción para esa embarcación que repetía su vida. “rodando sobre el río”. Murió un día dulcemente… rueda sobre el río.
Cuando la guerra había secado de lágrimas al mundo (y otra se perfilaba en Asia), una canción fue acogida en todo el mundo, pero mucho menos en los Estados Unidos; la cantaba un conjunto que se llamaba “Creencia en el agua clara que revive”. Su nombre, el de una embarcación llamada Orgullosa Mary que navegaba el río mencionado.
Algunos memoriosos le atribuían esa letra a Jon. Otros dicen que vieron una foto suya junto a Malcom X en una visita al Sur del país. Se dicen tantas cosas…Pero sería cuestión de algún día poner sobre el tapete la vida de uno y ver qué es realidad y qué ilusiones, qué sueños y qué verdades.
Cualquiera puede hacerlo: Ud, yo, hasta Barak Obama si quiere. En realidad deberíamos hacerlo todos “rodando sobre el río”.
La vida, digo.
(*) Escritor- Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente provincial, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.
(Se autoriza la reproducción, citando la fuente. Rogamos informar acerca de su publicación.)
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