Varias sorpresas, la semana pasada en Tierra del Fuego. Primero la feria del libro de la ciudad de Río Grande, acaso la más austral del mundo, modesta y limpia, con más música que libros y tan humilde y despojada de pretensiones que daba gusto.
Allí una conferencia ante un público amable y atento, contó con la presencia de la gobernadora, Fabiana Ríos; una mujer de mirada dulce y capaz, para mi azoramiento, de presenciar una hora de charla y diálogo sin mosquearse, genuinamente interesada. Algo insólito, al menos para uno acostumbrado a que gobernadores y funcionarios se levanten a los cinco minutos de los actos inaugurales porque siempre “tienen otro compromiso”.
La tercera sorpresa fue reconocer una vez más la diáfana hermosura fueguina. Porque si hay lugares bellos en
Y es que el verdadero padecimiento de los fueguinos, esos lejanos compatriotas entrañables, no es la distancia en sí ni es su sentido de pertenencia, sino vivir tan absurda, neciamente separados de los argentinos continentales.
Y es que
Léase cómo es la odisea de un fueguino que quiere llegar en automóvil a Buenos Aires:
En total, hay que cruzar cuatro controles fronterizos. Y todavía, desde la capital santacruceña hasta Buenos Aires, habrá que andar otros
Todo esto no hace sino incentivar la irritación que producen las absurdas políticas de transporte –que ni siquiera eso son, pero de algún modo hay que llamarlas– de los gobiernos K, el anterior y el actual. Que al igual que todos los anteriores, en un cuarto de siglo de democracia, no entienden que sin buenas redes de comunicación y eficientes servicios de transportes no hay desarrollo posible. Por más que cacareen que el turismo crece, lo que es ilusorio e insostenible, ya que ha crecido solamente gracias a los buenos precios comparativos internacionales, lo cual es coyuntural.
Las soluciones para el aislamiento de
Seguramente
Como fuere, con sentido común y buena voluntad, los dos gobiernos democráticos podrían y deberían aliarse en esta cuestión concreta para solucionar el aislamiento de decenas de miles de fueguinos, tanto argentinos como chilenos.
Pero aún en el hoy improbable caso extremo de que no se lograra ese acuerdo, nuestro país tiene otra solución a la mano, acaso más compleja pero no inviable: establecer un buen servicio naviero (un ferry de última generación) entre Punta Dungeness y el cabo Espíritu Santo. Sería una incuestionable buena acción estatal que, de paso, desarrollaría tanto el extremo sur santacruceño como toda la punta norte fueguina.
Ni se diga de las estupendas posibilidades económicas que tendría una aerolínea de bajo costo, moderadamente subsidiada por el Estado nacional y el fueguino, que uniese Ushuaia y Río Grande con Río Gallegos. Un vuelo de menos de una hora que se podría hacer varias veces por día con máquinas de
Y no hablemos del ferrocarril, pues hoy resulta ridículo que en Tierra del Fuego es casi de juguete, una especie de paseíllo para turistas foráneos y nada más. Sobre todo nada más, por lindo que sea y por más historia carcelaria que evoque.
Con sólo dos ciudades –Río Grande y Ushuaia– y una pequeña comuna a mitad de camino entre ambas –Tolhuin, al pie del lago Fagnano–, los casi 160 mil fueguinos que hoy viven y trabajan allí soportan –no encuentro mejor verbo– el pertinaz olvido de casi 40 millones de compatriotas. Es absurdo el tonto lujo de marginar tanta maravilla.
Por Mempo Giardinelli
/Fuente diario Página 12)