La dependencia política rastrera que el gobierno kirchnerista impone a las provincia –como fiel de la balanza de la estabilidad financiera- ha puesto a
Sabido es que las necesidades económicas de Tierra del Fuego no encuentran respuesta favorable en el gobierno federal, cuyos funcionarios no trepidan en mostrar la escasa simpatía que sienten por los funcionarios del ARI elegidos por la sociedad para regir los destinos de
Ello no resulta ya llamativo –a la luz del sostenimiento de esta estrategia “del apriete” que ha caracterizado desde siempre a la política kirchnerista. Pero lo llamativo es que algunos funcionarios electos de la provincia se animen a festejar este procedimiento, aun en circunstancias en que la provincia se encuentra sumida en una crisis que puede llegar a extremos fatídicos.
Es el caso de la diputada del FpV Rosana Bertone, oficialista dogmática, cuyas declaraciones resultan al menos inquietantes, en el marco descripto. Arrogándose un afilado conocimiento del pensamiento de los funcionarios de
“No hay discriminación política en el gobierno nacional –abogó la diputada- todo lo contrario, hay una situación de Ríos de denuncia permanente”. “Hace dos semanas denunció a Kirchner y a De Vido y la siguen recibiendo”, qué más pretende”, se preguntó Bertone, para quien denunciar supuestos hechos de corrupción parece ser una costumbre deleznable según el código de ética de la política kirchnerista.
Desde el mismo nivel, aunque en la vereda de enfrente, su par arista Nélida Belous, se indignó al expresar que “Es escandaloso que habiendo sido electa por los habitantes de Tierra del Fuego diga que está bien que Nación no ayude a la provincia”.
Casi a modo de disculpa por el atrevimiento de denunciar, Belous aclaró que el hecho de que “
“La gestión legislativa de Bertone es la obsecuencia ciega”, disparó Belous, quien le recomendó a su vecina de banca en
Un insólito cruce de acusaciones, con los fueguinos como sufridos espectadores, y la sensación de que la política en Argentina cada vez más está sujeta a nefastas expresiones de ejercicio de poder sin escrúpulos, antes que la práctica honesta del difícil arte de gobernar.