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Hubo un tiempo que fue hermoso. Hubo un tiempo en que Aerolíneas Argentinas era un orgullo nacional. Patrimonio de todos.
Todos somos Aerolíneas decían los afiches. Era nuestra empresa. La tecnología era de punta. Los pilotos eran los mejores del mundo. Nos poníamos la camiseta de Aerolíneas como si fuera la de la selección nacional para enfrentar la privatización de la ola neoliberal de Carlos Menem.
Pasaron 18 años y cambiaron muchas cosas.
Cambia todo cambia. Muchos menemistas que en aquel momento fueron promotores de la privatización hoy se han reconvertido en legisladores kirchneristas que votaron la reestatización.
Los dirigentes sindicales están eufóricos y hablan de una decisión histórica y patriótica. El kirchnerismo también quiso instalar una épica casi revolucionaria pero no conmovió a nadie. La mayoría de los argentinos mira con indiferencia y hasta con sospecha el futuro de Aerolíneas. El senador socialista Rubén Giustiniani lo dijo con claridad en el recinto: “Esta es la crónica del saqueo parte < ?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />
Los más pobres, los que nunca viajaron ni viajarán en avión intuyen que ellos también van a tener que pagar la gigantesca deuda de Aerolíneas. Los de clase media y alta que en general son los usuarios de ese servicio han sido tan maltratados por Aerolíneas que ya no la sienten como propia. Sienten que Aerolíneas es del gobierno y de los gremios. No es del estado. No es más un patrimonio de todos. Salvo la deuda. Ese compromiso si será de todos los argentinos. Se estima que va a ser una montaña de plata pero todavía no se sabe cuanto. Porque hay tantas oscuridades en la ley que anoche se aprobó por 46 votos contra 21 que solo nos queda rezar para que no sea otra vez una fuente de corrupción, de ineficiencia feroz y de privilegios para pocos. Además de rezar, podemos votar legisladores que vigilen con una lupa semejante empresa que de sus 85 aviones solo tiene 26 en operaciones de los cuales solo 5 son propios y el resto alquilados. Un desastre con alas.
Todavía no sabemos cuanto vamos a pagar por la compañía. El precio final lo va a aprobar el Congreso más adelante según lo que diga el Tribunal de Tasaciones. Pero ya se tiró por la borda un acta que había firmado Ricardo Jaime con Marsans y eso nos lleva derechito a un juicio internacional que nos va a costar sangre, sudor y lágrimas. ¿Pagará Jaime de su bolsillo esos platos rotos? Se hizo todo en forma tan apurada, tan desprolija y por funcionarios tan poco creíbles que la sensación térmica general es que se viene otra fiesta de millones de la que no vamos a participar pero que si vamos a pagar. Todos los argentinos sin distinción de banderías vamos a pagar la deuda de la línea de bandera.
La ley dice que rescatamos la empresa. El acta de Jaime – el funcionario que mas causas tiene abiertas en los tribunales – hablaba de una compra acordada. Algunos dicen que esto termina en expropiación. La mayoría teme tengamos un aterrizaje de emergencia en la justicia. Esta claro que Aerolíneas está carreteando y que va a tener que superar miles de problemas para despegar con esperanza. Hay que ajustarse los cinturones, superar las turbulencias y no preguntar en donde está el piloto. Nos podemos llevar una sorpresa desagradable.
Porque las penas son de nosotros. Las deudas y las dudas también.
Por Alfredo Leuco
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