Estos interrogantes se podrían dilucidar luego de un partido, pero si se toma en cuenta toda la eliminatoria los mismos son imposibles de responder y eso es lo que después se ve en la cancha. Por eso, hoy este seleccionado de Basile sufre horrores carecer de una identidad definida de juego.< ?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" />
Si se analiza como juega Paraguay, el líder de esta eliminatoria sudamericana, se puede decir, a groso modo, que es un equipo aguerrido, que se para con dos líneas de cuatro y que presiona en todos los sectores del campo para que la pelota le llegue rápido a sus peligrosos delanteros.
El equipo de Gerardo Martino, que ayer estuvo muy cerca de lograr una victoria histórica en el estadio Monumental de Núñez, no tiene secretos y hasta ahora se mostró muy efectivo.
En cambio, de este seleccionado argentino, que se entrena siempre a puertas cerradas, no se puede establecer ningún patrón de juego, porque un partido defiende con tres, al siguiente lo hace con cuatro, el técnico un día dice que no quiere el doble cinco y al partido siguiente lo utiliza y lo mismo sucede en ofensiva.
Es que el seleccionado argentino, además de no respetar su historia y por eso sufre lo mismo que Dunga en Brasil, se forma dependiendo del rival, cuando deberían ser los equipos que enfrenta los que tendrían que cambiar ante el poderío del equipo que tienen enfrente.
Es probable que los que antes criticaban a Basile ahora lo defiendan, porque sostendrán que es un técnico abierto, que usa variantes tácticas y que ahora mira videos todos los días.
Pero de ser un técnico “lírico” a convertirse en un “estratega” hay mucho trecho y puede confundir, sobre todo cuando tampoco se entrena y se juegan muchos partidos, porque no hay tiempo y no se dispone de los futbolistas.
Es grave, cualquiera sea el esquema táctico que se utilice, cuando no queda claro “a que se juega”, y más aún cuando ni siquiera se sabe “a que se pretende jugar”.
La cuestión es que un día la apuesta pasa por “los chiquitos”, pero si Martín Palermo no se lesiona no iban a jugar contra Paraguay.
Y seguramente no fueron rumores periodísticos los que afirmaban que el delantero de Boca hubiera sido de la partida porque Basile ya hizo algo similar, cuando se enfrentó a Brasil, que guardó en la valija a los chiquitos para jugar en Belo Horizonte con Julio Cruz como titular.
Lo curioso es que podrá jugar Cruz, Palermo, Denis, Tévez, Agüero o quien sea, pero lo que no cambia es que la suerte de Argentina depende casi exclusivamente de la inspiración de Lionel Messi.
Es normal que cuando se tiene un jugador de la categoría del delantero del Barcelona que el salto de calidad recaiga sobre sus espaldas, porque eso mismo sucedió cuando Messi estuvo en las selecciones juveniles o ahora en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
En ese caso, también llama la atención que no se juegue para Messi, algo que sería normal y que nadie observaría con malos ojos, porque es un jugador que desequilibra ante cualquier marca y los otros buenos futbolistas que tiene el equipo de Basile podrían sorprender cuando el delantero del Barcelona no tiene un buen día.
Este seleccionado argentino se debate entre sus dudas, que parten del técnico, quien si vuelve a sus fuentes, si vuelve a apostar primero por su equipo y después pensar en el rival la historia actual se modificará.
En los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 Sergio Batista apostó por una idea, por un estilo, con una determinada forma de parar el equipo y pese a que en los dos primeros partidos se ganó el funcionamiento no estuvo, pero ahí es cuando aparece un técnico, que convencido de lo que hace sigue siendo fiel a sus convicciones.
Basile debería seguir el ejemplo de Batista y definir que es lo que quiere porque, más allá de que el camino hacia Sudáfrica podrá sufrir algún cimbronazo, hasta jugando tan mal como hasta ahora le sobra paño para clasificarse para el mundial, pero eso no le alcanzará para enamorar al público ni para ser un equipo temido por los rivales.
Por Carlos Juvenal para Télam