Asistieron a la fiesta noventa mandatarios de diferentes países, entre ellos el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, quien siguió desde un palco todas las alternativas de la fiesta, que contó con más de 14.000 artistas en escena y se cerró con un impresionante lanzamiento de fuegos artificiales.< ?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" />
Dragones, un pergamino gigante, acróbatas que bajaban desde el cielo del ‘Nido de Pájaros’, ópera, percusión, ejercicios de pintura, taijiquan –el arte marcial más representativo de la China- y otros tantos símbolos referidos al país de los inventores de la pólvora, la brújula y el papel, conformaron una emotiva y deslumbrante ceremonia.
Más de 90.000 espectadores presenciaron el que seguramente será considerado –al menos hasta dentro de cuatro años- el evento inaugural más espectacular de la historia de los Juegos Olímpicos.
La fiesta comenzó con una cuenta regresiva en dos pantallas gigantes –de 147 metros de ancho, por 22 metros de alto-, ubicadas sobre las cabeceras de ambas triubunas, tras lo cual ingresaron al estadio el presidente de la República Popular China, Hu Hintao, y el titular del Comité Olímpico Internacional (COI), el belga Jacques Rogge.
De fondo, comenzaron a escucharse las detonaciones de fuegos artificiales, que se fueron acercando por una avenida de esta ciudad hasta llegar al estadio Nacional. Poco después, se tocó el himno chino y se realizó la ceremonia de izamiento de la bandera del país organizador.
Cinco anillos iluminados con miles de pequeñas lámparas se elevaron posteriormente desde el suelo y quedaron suspendidos en el medio del ‘Nido’, mientras varios acróbatas los sobrevolaban a su alrededor.
Luego se desarrollaron los dos grandes segmentos artísticos de la fiesta: la primera parte, referida a la historia china, se llamó “una brillante civilización” y la segunda, apuntada a los sueños del futuro, se denominó “una era gloriosa”.
Uno de los momentos más emotivos de la noche –la mañana en Argentina- se gestó cuando el suelo del estadio se abrió y del medio emergió una enorme esfera, sobre la cual primero se proyectó una imagen del planeta, mientras varios acróbatas la recorrían caminando de arriba hacia abajo. Algunos de ellos quedaron cabeza abajo, como un símbolo de las distancias geográficas que separan a los seres humanos, pero todos ellos unidos aquí en la máxima cita deportiva.
Miles de voluntarios ingresaron a la escena y, mientras sobre el mundo se proyectaban imágenes de deportistas olímpicos, los jóvenes chinos abrieron unos grandes paraguas con los rostros de niños de todo el mundo, de diferentes países, razas y culturas.
Luego llegó el turno del tradicional desfile de todas las delegaciones olímpicas, en el que Argentina ingresó en el puesto 108 y fue una de las más aplaudidas, junto con Cuba, Rusia, Italia y Francia. Obviamente, la mayor ovación fue para el equipo local, que fue recibido con un griterío, miles de banderitas chinas y el presidente de la República, Hu Hintao, saludando de pie.
Después del desfile, el presidente Hintao subió al escenario y declaró oficialmente inaugurados los Juegos. El ingreso de la bandera olímpica y el juramento de atletas y árbitros, precedió la llegada de la antorcha.
Allí se vivió el momento más impactante de la fiesta: el gimnasta Ning Li, ganador de tres medallas de oro, dos de plata y una de bronce en Los Angeles ’84, fue elevado hasta lo más alto del estadio y, corriendo en el aire, dio toda la vuelta al techo del ‘Nido de Pájaros’, hasta llegar a un pebetero gigante construido durante el mismo desarrollo del evento.
La ceremonia tuvo su broche de oro, transcurridas las tres horas y media, cuando tras el encendido del fuego olímpico, una interminable sucesión de fuegos artificiales iluminaron el cielo de Beijing, una ciudad que recibió de manera espectacular a los XXIX Juegos Olímpicos.
Fuente: Telam