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De valores y espejos

“Para algunos hablar de corrido, sin decir ‘digamos…’, ‘viste…’, ‘este que…’, suena a soberbia”. Algunos “creen que deben decirlo y llamarme la atención en un gesto que creen que es de soberbia”,



“Para algunos hablar de corrido, sin decir ‘digamos…’, ‘viste…’, ‘este que…’, suena a soberbia”. Algunos “creen que deben decirlo y llamarme la atención en un gesto que creen que es de soberbia”, pero también hay “otros que me lo están diciendo porque se miran al espejo y no se lo pueden decir a sí mismos. Eso es lo que creo y lo que habitualmente hacemos las personas. Cuando me duele mucho mirar mi propia actitud, trato de proyectarla en otros”.



Con su filosófico análisis acerca de su propia soberbia y la ajena, la gobernadora Ríos logró que todos los temas pautados para aquella conferencia de prensa del viernes pasaran a segundo plano y los comentarios posteriores giraran en torno de la remanida imputación, que persigue a su gestión como si fuera el peor de sus defectos.



Detenerse en los atributos personales de un mandatario, evidentemente es tomar una distancia perniciosa de los temas fundamentales de la provincia, y la Gobernadora sigue abonando el sembradío del debate frívolo.



Pero sí ése el centro de la discusión, debería Fabiana Ríos, tanto como sus detractores y críticos, entender que lo de la “soberbia” no parece ser una imagen que le devuelva el espejo todas las mañanas a ella misma, sino una característica invisible (pero fatal) de la gestión, que al fin de cuentas es lo que vale la pena evaluar.



Lo que parece estar bajo cuestionamiento no es la soberbia personal de una mujer que al fin y al cabo mantiene dignamente su perfil de “vecina del barrio”, aun en la jerarquía de su investidura. Lo que fastidia es la estrategia colectiva, la impronta de un equipo de nuevos funcionarios que parecen haber abordado el poder, más que asumirlo, en una avanzada que no trepida en faltar el respeto a quien sea, para saciar sus ansias de dominación.



No son los valores personales lo que se mide, es la gestión autista, la intrepidez de todo un conjunto de flamantes detentores del poder que, con sus prácticas de dominación insensata, apuntan a “hacer hocicar” a quienes no pertenecen al grupo selecto de beneficiarios que Fabiana Ríos ha convocado para ejercer el gobierno de la Provincia.



De un modo que recuerda (en versión bizarra) a la “patota cultural” de los inicios de la gestión de la Alianza, un grupo de adherentes a la causa del ARI se autoproclamaron “intelectualmente superiores” y desde esa convicción –y su particular ideología aun sin definir- parecen mirar todo desde un plano superior, tan elevado que les impide siquiera entrever los efectos de su estrategia devastadora.



Desde someter el sistema educativo al más cruel abandono, centrando toda la gestión en la discusión salarial, hasta una visión de la Salud que no trepida en humillar y discriminar a los profesionales, cuidando más la imagen de la ministro que la del Hospital Público, que no está menos vapuleado que en tiempos del manfredatto.



Pasando por un intento de sometimiento a los medios de prensa, convirtiendo la nula inversión publicitaria en un modo de extorsión y aplicando un ridículo sistema de “puntajes” que sólo busca privilegiar a los “amigos de la casa” y poner a al resto, todos en un mismo plano, para hacer “hocicar” a los que más años llevan y a los que más han invertido en equipamiento y calidad.



Nunca, por mesiánico que fuera, funcionario alguno pretendió «calificar» a las empresas privadas como este secretario de Medios se atreve a hacer con los medios de prensa.



Siguen siendo algunosfuncionarios, especie de“monjes negros” que aparecen solo cuando les conviene y eligiendo a qué medios atender. Con decenas de funcionarios y agentes traídos de otras geografías, sin que ninguna razón de idoneidad o necesidad lo justifique, excepto demostrar que no habrá prejuicios en despreciar la capacidad y las prioridades de quienes llevan años o décadas en la región.



Amiguismo; nepotismo; jugadas arteras; revanchismo; privilegios para unos pocos; desprecio por los valores humanos, el esfuerzo, la capacidad y la formación profesional, no están ausentes de una gestión que, en algunos ámbitos ha logrado imponer nuevos aires pero que en otros ha empeorado la situación preexistente.



La soberbia no es sólo un atributo personal, es el modo como se comportan algunas áreas de este gobierno que sin llegar a la censura atroz y el sometimiento a que apela el Intendente de Río Grande- pretendemanejar a la prensa a gusto y voluntad de sujetos tan aquejados de revanchismo como lo son sus funcionarios Ramonet y Veksler, éste un profeta auténtico del odio, al que jamás se debió convocar.



La soberbia, en suma, no es un defecto que se vea reflejado en el espejo, es unaactitud prepotenteque puede ser colectiva, en este caso de legisladores y funcionarios que se creen en su desvarío “intelectualmente superiores” pero que sufren de brutal ignorancia respecto de cómo manejarsu falta de humildad.



Y la Gobernadora, en esto, no tiene nada que ver, excepto porque los tolera y permite que sigan corroyendo los cimientos de su (otrora) esperanzadora gestión.



Digamos. ¿Viste?