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Hubo una letra y un acento de diferencia: Néstor Kirchner se estrelló en el mismo momento en que nacía la estrella de Julio Cobos. El presidente de facto recibió una paliza política casi sin antecedentes para un peronismo en el poder y el vicepresidente constitucional se convirtió en un líder moral capaz de reciclar las viejas banderas del radicalismo. El milagro se produjo durante aquella madrugada histórica, pero ya se venía cocinando a fuego lento.
En su último discurso, Néstor Kirchner llevó sus desmesuras hasta el paroxismo. Además de tratar- una vez más – de asustar caperucitas con la amenaza del lobo golpista en el nadie cree, comparó a unos cobardes patoteros escrachadores de funcionarios kirchneristas con los grupos de tarea que fueron los ejecutores del terrorismo de estado, las desapariciones y la tortura. Eso solo alcanzaba para mostrar un nivel de irracionalidad que espanta a los ciudadanos de a pié. Pero sus gritos inconexos y su imagen desencajada convirtieron la escena en la remake del cajón que quemó Herminio Iglesias frente al Obelisco.
En su último discurso, Julio Cobos llevó su sentido común hasta la emoción.
Apareció tan temeroso como corajudo y puso una cuota de humanidad entre tanto aparato verticalista, operaciones de todo tipo y transas extrañas. Fue respetuoso con su gobierno al que le ofreció hasta último momento un cuarto intermedio para encontrar una solución de consenso al conflicto del campo. Y solamente puso sus convicciones republicanas en el voto cuando las instrucciones de los Kirchner lo desafiaron a que cortara rápido y de un tajo. La televisión hizo el resto y catapultó a las ligas mayores a quien – hasta ese momento- era casi un desconocido para el gran público.
Después, marcó diferencias de estilo y buscó apoyos en defensa propia. Atendió a todos los periodistas y respondió todas las preguntas con un lenguaje sencillo. Ratificó su compromiso institucional de no renunciar y de seguir trabajando para el gobierno si es que le permiten expresar sus diferencias tal como acordaron en el momento en que armaron la fórmula.
“La gente quiere vivir tranquila”, dijo Cobos. Frase obvia y de Perogrullo pero que tuvo la sensibilidad de expresar lo que sentía gran parte de la sociedad en un determinado momento. Los políticos también se construyen así. Interpretando los momentos y las demandas.
El viaje a Mendoza en auto fue una suerte de imán para atraer apoyo político y demostrar que el también puede cosechar simpatías y esperanzas. De hecho ya se instaló en el medio del debate del radicalismo si Cobos debe volver al partido o no. Unos dicen que sería un buen candidato, respetado y con gran imagen positiva a partir de ahora. Otros dicen que la señal seria confusa porque muchos podrían pensar que el radicalismo esta cogobernando y < ?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />
Lo cierto es que la política mostró su costado maravilloso y mágico. En un día, un gesto de grandeza y sensatez trajo vientos de aire fresco y sumó otro personaje público al escenario. La democracia de pantalla en vivo y en directo que tenemos permite que todos podamos juzgar con mas rigurosidad a nuestros representantes. La televisión nos permite meternos adentro y participar en una especie de votando por un sueño.
Algunos se convierten en estrellas y otros se estrellan. Pero la diferencia es mucho más que una vocal y un acento.
Un corte y volvemos…
Alfredo Leuco
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