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A 30 años del Campeonato del Mundo

Pasarella y Videla. Goles y horrores.

Esa foto todavía la tengo grabada a fuego en mi memoria. Está Passarella levantando la copa del mundo al lado de Videla. La euforia futbolera y el horror de la dictadura.

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El gran capitán de aquel equipo campeón y el gran asesino de aquel terrorismo de estado. Hay pocas fotos que resumen cosas tan fuertemente contradictorias. El cielo y el infierno. Nada menos. La genuina alegría de una mayoría de argentinos y la genuina tristeza de los más informados y los más politizados. Todavía me veo festejando en la redacción del viejo diario Córdoba y escucho a Miguel, el que escribía de boxeo y me corría por izquierda diciéndome por lo bajo: hijo de puta como vas a festejar con tantos compañeros desaparecidos. Todavía escucho mis argumentos tratando de convencerlo de lo contrario. Tenés que dividir las cosas, viejo. Es cierto que la dictadura va a utilizar este título mundial pero la felicidad de la gente es otra cosa. Muchos no saben lo que pasa. Y los que lo saben como nosotros también tenemos derecho a un rato de euforia en el medio de tanto drama. Para los que amamos el fútbol y a las multitudes que se apasionan con eso era un momento bendito. Para los que amamos la libertad y la democracia era un momento maldito. Con mucha ingenuidad y voluntarismo inocente, recuerdo que gritábamos Ar-gen-ti-na por las calles en medio de las mareas humanas y tratábamos de colar consignas contra la dictadura. Eramos muy pocos. Estábamos muy locos. Tiene razón Leopoldo Luque cuando dice que Videla nunca le tiró un centro. Pero también tienen razón los que estaban secuestrados en las catacumbas de < ?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />la ESMA tan cerquita de la cancha de River. La fiesta popular y la tortura criminal. Los que tenían los ojos vendados adentro y los que tenían los ojos vendados afuera. El premio nobel de la paz, Adolfo Perez Esquivel cuenta algo que solo se puede comprender desde el realismo mágico de esta tierra futbolera. Dice que el grito de los goles era lo único que unía a los carceleros y a los que estaban presos como él. ¿Se dan cuenta? Victimas y victimarios gritando juntos por Kempes. Torturadores y torturados celebrando la vuelta olímpica. La mezcla de sueños y de pesadillas. No tengo reproches para los jugadores. ¿Quién puede pedirles un compromiso y una valentía casi suicida que no había en la mayoría de la sociedad? Si tengo reproches para muchos medios de comunicación y algunos periodistas que se subieron al carro de la dictadura diciendo que el fútbol demostraba que los argentinos éramos derechos y humanos. El triunfo deportivo fue una cosa. Y la utilización nefasta que se hizo fue otra. Los militares aprovecharon para tratar de limpiar sus manos ensangrentadas y durante un tiempo lo lograron. Solo por un tiempo porque la justicia tarda pero llega. Videla y muchos de sus cómplices hoy están presos y son despreciados por la inmensa mayoría de los argentinos. Y los jugadores todavía son recordados con cariño por la gente. La historia de los pueblos finalmente va haciendo justicia. Una cosa es un campo de juego y otra muy distinta es un campo de concentración. El fútbol era la vida en común y el abrazo y la dictadura era la muerte masiva y el desgarro. Una cosa es un grito de gol y otra muy distinta es un grito de horror. Ya pasaron 30 años y ambos alaridos se siguen escuchando…

Por: Alfredo Leuco (Columnista Radio Del Plata)

www.alfredoleuco.com.ar

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