Y es que los pingüinos son «idóneos» para el trabajo desde el punto de vista de la «biomonitorización» ambiental por ser especies de vida larga y situarse en la parte alta de la cadena trófica (pirámide de alimentación), de forma que son capaces de acumular y magnificar la contaminación ambiental.
En este sentido, el pingüino almacena los metales que proceden de su dieta de microcrustáceos (Krill) y peces, además del que respira y bebe, y al ocupar un lugar alto en la pirámide alimentaria, según Motas, se convierte «en un testigo o reflejo del contexto en el que se desenvuelve».
Además, el pingüino «juega un papel fundamental dentro del ecosistema antártico», y la exposición de estas especies a contaminantes ambientales «se convierte en clave también para el funcionamiento del conjunto biótico antártico», precisó el comunicado.
Los objetivos de partida a conseguir con este proyecto serán, en primer lugar, verificar y evaluar la exposición de tres especies de pingüinos a metales y plaguicidas organoclorados de relevancia, así como describir el patrón acumulativo y cinético de dichos contaminantes mediante su análisis en diferentes tejidos disponibles.
Igualmente, se analizarán también los niveles de contaminación en muestras correspondientes a parásitos intestinales y excrementos de pingüinos, agua y krill.
En segundo lugar, se estudiarán posibles correlaciones de los datos obtenidos con distintas variables, como la procedencia geográfica, peso, tamaño, sexo, edad, y patologías, entre otras cuestiones, y posibles interacciones de cada tóxico con el resto.
De este modo, se perseguirá la validación del uso de pingüinos y sus parásitos intestinales como biomonitores de la contaminación ambiental antártica.
Además, mediante la comparación de los resultados obtenidos con los niveles encontrados en restos de animales depositados a lo largo de los siglos en el hielo, podrá establecerse correlación entre el efecto del calentamiento terrestre y el consiguiente deshielo, con la liberación de contaminantes ambientales, y el incremento de la exposición de las especies antárticas a los mismos.
Este tipo de experiencias se llevó a cabo en otra ocasión, cuando se comprobó la presencia de insecticida DDT en focas del Ártico, en los que encontraron niveles de organoclorados en su grasa. En esta zona nunca se habían utilizado estos productos, y sin embargo se encontraban allí, lo que quiere decir que «el universo está interconectado», dijo Motas.
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Fuente: Europa Press