Boca sonrió último y mejor. Porque, al final, se quedó con el duelo ante River por 2-0. A los dichos cruzados y los intentos para calentar el ambiente, los de Carlos Ischia respondieron con buen fútbol y goles… los de Sebastián Battaglia y Martín Palermo, que sellaron el resultado en la versión marplatense del Superclásico, el primero de 2008.
River intentó tomar la iniciativa desde el arranque. Por eso, Simeone adelantó en el campo a todos sus jugadores. Pero esa insistencia en el ataque desnudó las falencias defensivas de un equipo que resistió como pudo los escasos embates de Boca en esos primeros instantes.
Por eso, el recurso más utilizado por los defensores “millonarios” para frenar a los hombres de Ischia fue la falta. Cada jugador “xeneize” derribado cerca del área significaba una inmejorable oportunidad para Juan Román Riquelme, que amenazaba al arquero Juan Pablo Carrizo con tiros cada vez más precisos.
Con todo eso, el gol estaba al caer. Podría haber sido de cualquiera de los dos, porque en un partido rápido y con ritmo, las oportunidades estuvieron repartidas. Sin embargo, fue Boca el primero en pegar: Sebastián Battaglia se hizo cargo de una pelota que cayó en el área y, al mejor estilo Palermo, definió ante un solitario Carrizo.
River acusó el golpe y sacó el pie del acelerador por unos minutos. Se desinfló, literalmente. Pero los gritos de Simeone y la velocidad del chile Alexis Sánchez le dieron aire para recomponer la imagen de un equipo que, lejos de resignarse, fue a buscar el empate.
Y así, llegaron las mejores chances para el equipo de Núñez. Como la de Ortega, primero, quien tras un rebote quedó sólo frente al arquero Pablo Migliore, pero no fue preciso y remató sobre el travesaño. O la de Archubi, quien intentó sorprender desde lejos pero su tiro se fue muy desviado.
La segunda mitad arrancó como había terminado la primera: con intensidad. Y, al igual que en los primeros 45, Boca fue algo (sólo un poco) más que su rival. Amparado en la seguridad del paraguayo Julio César Cáceres y de Fabián Monzón en el fondo, se animó a ir por más en el ataque.
Y fue Riquelme, como toda la noche, el que más complicó a Carrizo. De hecho, lo hizo con un tiro libre que tuvo destino de gol. El arquero de River opuso resistencia pero en el inevitable rebote apareció Palermo que, impulsado por el travesaño, la empujó al gol.
Los cambios de Simeone no sirvieron para revivir a un River golpeado y sin fuerzas. Boca se hizo grande en el aliento de sus hinchas, se olvidó de la salida obligada de Claudio Morel Rodríguez, con problemas en los aductores, y sonrió con ganas. Se quedó con la primera alegría superclásica del año. Una alegría que le durará, al menos, siete días.