Desde su creación, en aquel lejano 1 de enero de 1910, hasta la fecha, la entidad que hoy es de Liniers (pero que en algún momento residió en Floresta y hasta en Villa Luro) mantuvo una característica distintiva: gastar menos de lo que ingresa, apostar a la promoción de elementos de divisiones inferiores y manejarse con un criterio «familiar», pese a que la legión de simpatizantes de la «V» azulada fue creciendo con el correr de los años.
El 7 de febrero de 1913 no es fecha constitutiva en el por entonces, «Argentinos de Vélez Sarsfield», pero, sin embargo, marcaría un antes y un después en la historia. Es que en esa jornada fue analizada y aprobada la inscripción de socio para un joven llamado José Amalfitani, verdadero promotor del crecimiento de esa institución social y deportiva que se afincó en la zona Oeste de la Capital Federal.
«Don Pepe» enderezó el sueño que habían elaborado sus antecesores, Martín Portillo, Nicolás Moreno y Julio Guglielmone, entre otros. Y a partir de marzo de 1923 y hasta promediar 1925, Amalfitani cumplió su primer mandato como presidente en el club.
Entonces el dirigente más importante en la historia de la institución gestionó el traslado de la cancha y así, de un terreno en Provincias Unidas (Juan Bautista Alberdi) y Ensenada, se pasó a otro situado en la intersección de las calles Basualdo y Guardia Nacional. Comenzaba a nacer el mito del «Fortín de Villa Luro».
En ese reducto, en las temporadas 1934 y 1935, ya en la etapa del profesionalismo, el equipo se mantuvo 24 partidos sin perder.
Y a esa altura, el cambio de cancha no era lo único. Por eso la camiseta varió de tonalidad y del tricolor a rayas verticales con verde, rojo y blanco se pasó a la hoy tradicional casaca con la «V» azul en el pecho sobre un fondo blanco.
En esa década del 30 sobresalían las figuras del delantero Agustín Cosso (95 tantos en la historia de la entidad) y la del símbolo de aquellos tiempos: el defensor-mediocampista central llamado Victorio Spinetto, luego técnico de la institución.
En 1940 Vélez sufrió el primer descenso de categoría. Ocurrió en una circunstancia cuanto menos peculiar, porque Atlanta, el otro equipo que peleaba por conservar su lugar en la división privilegiada, le marcó seis goles en el primer tiempo a Independiente en el último partido del campeonato.
Ese encuentro jugado en Villa Crespo favoreció finalmente a los «bohemios» por 6 a 4, aunque la sensación de «arreglo» quedó flotando en el ambiente. Mientras tanto, el equipo de Liniers cayó por 2-0 con San Lorenzo, por lo que el retroceso a la Primera B quedó consumado.
Tres años duró el tránsito de los velezanos en la Segunda división. Por esos años, Amalfitani volvió a conducir la institución y forjó, quizás, la obra «más importante». El directivo gestionó la cesión de unos terrenos linderos al arroyo Maldonado, en una zona “inundable”, según rezan las versiones periodísticas de aquel entonces. Se rellenaron esos campos y allí se levantó el estadio de cemento que se inauguró oficialmente en abril de 1951.
Se destacaban en ese equipo el arquero Miguel Rugilo (el denominado «León de Wembley»), el defensor Ángel Allegri (segundo jugador con más presencias en la historia del club) y una delantera que generó muchos recuerdos en los hinchas: Ernesto Sansone, Norberto Conde, Juan José Ferraro, Osvaldo Zubeldía y Juan Carlos Mendiburu. Con esa base, un conjunto cuyo técnico era Spinetto, se clasificó subcampeón detrás de River Plate en 1953.
La década siguiente vendría a coronar, finalmente, el primer título para las vitrinas de la entidad. Ocurrió en el Nacional 1968, en un recordado triangular desempate frente a Racing Club y River Plate. Eran tiempos en los que se distinguían José Luis Luna, el «Pulga» Ríos, un jovencísimo Carlos Bianchi y Omar Wehbe, todos guiados por un cerebro llamado Daniel Willington, «el jugador más vago que conocí», según admitió el propio Amalfitani.
El Metropolitano 1971 significó un golpe duro, pues una inoportuna derrota ante Huracán (1-2) en Liniers privó al club de festejar el segundo campeonato, que quedó en manos de Independiente. La gran figura del certamen resultó el implacable Bianchi, responsable de 36 goles.
Después de años de discretas campañas, el Metropolitano 1977 marcó una suerte de «resurrección» futbolística. Bajo la conducción de Carlos Cavagnaro como técnico, el equipo se clasificó tercero, aunque se dio el gusto de vencer al campeón River Plate en los dos encuentros.
Dos años más tarde, el conjunto velezano arribó a una instancia decisiva, otra vez ante los «millonarios» de Núñez, con un equipo que mostraba en sus filas a un fino uruguayo Julio César Jiménez y a un elegante Carlos Ischia, quien venía de destacarse en Chacarita Juniors.
Pero también eran piezas importantes el eficiente Pedro Larraquy (el de mayor cantidad de partidos jugados en la institución), el rendidor defensor Omar Jorge y un arquero que empezaba a mostrar sus condiciones de gran atajador: Julio César Falcioni.
En los 80 también hubo buenas campañas. En el Nacional 1981, ya con el regreso de Bianchi al país, el equipo quedó eliminado en semifinales por el sólido Ferro. Cuatro años más tarde, los de Liniers alcanzaron la final de ese mismo certamen, perdiéndola ante un Argentinos Juniors lujoso, que marcaba tendencia por esos tiempos.
En los 90, con el ídolo Bianchi como técnico, Vélez empezó a diseñar la grandeza que sus hinchas le reclamaban. Llegaron casi en continuado el Clausura (1993), Copa Libertadores (1994) y Copa Intercontinental (1994).
La ya por entonces famosa Platea norte del estadio Amalfitani no tenía tantos motivos para la queja. Por el contrario, los argumentos de bronca pasaron a ser propiedad de los habitantes de la cabecera local, ante las cargadas de los «rivales de turno» que enarbolaban desafiantes el hiriente cántico «campeón del mundo y no llenás la popular…».
Los hinchas empezaron a acostumbrarse a los campeonatos, que fueron sucediéndose. Hubo festejos en el Clausura y Supercopa Sudamericana (1996), Recopa Sudamericana (1997) y Clausura (1998), este último con un conjunto que dominaba de punta a punta, bajo la batuta de Marcelo Bielsa.
El nuevo milenio trajo los títulos en los Clausuras 2005 (Miguel Russo fue el técnico) y Clausura 2009 (Ricardo Gareca), en historias más recientes.
Pero Vélez no sólo es festejo en fútbol. Hay también motivos para el elogio en actividades federadas como el básquetbol y el voleibol, entre otros deportes.
Además de destacan los aportes para la comunidad que constituyen el estadio José Amalfitani (utilizado asiduamente para recitales) el Polideportivo de la avenida Juan B. Justo al 8400, la Villa Olímpica de Parque Leloir y el Instituto Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, donde funciona una Escuela Secundaria, con bachillerato con orientación en deportes y recreación.
Fuente: Télam