Mientras pintaba mares revueltos en su paraíso de Zahara de los Atunes, en Cádiz, miró a las olas alejarse y pensó en lo que significa irse antes de tiempo. O a tiempo. Entonces tomó la decisión: “Adiós a los escenarios y a la vida pública”. En una industria discográfica plagada de artimañas de marketing, Paloma San Basilio jura que no hay truco comercial. Hoy -en el Gran Rex- canta por última vez en la Argentina. Se va porque anda ensayando el verbo desprender. Porque quiere “hacerle honor” al pájaro que lleva en el nombre: “Ya no quiero fines competitivos. Ni que me pongan una medalla. Quiero liberarme de todo”.
Pero, ¿por qué dejar lo que más se ama?
Porque lo voy a dejar de hacer de esa manera, pero nunca voy a dejar de cantar para mí. Yo soy mi carrera y más cosas. Es bueno atender a todos los resquicios de tu alma. Y entender que cada edad puede ofrecerte cosas estupendas si eres capaz de escuchar y confiar en lo desconocido. Me parece un ejercicio sano no estar anclado siempre en una zona inamovible donde parece que estás seguro. Es peligroso. La vida es riesgo y aventura. La vida tiene que ver con no quedarte parado en un lugar.
El concepto es interesante. ¿Pero fue así de fácil el desapego? ¿O le costó aprender a desprenderse de algo tan enorme?
Siento que esta carrera está tan ligada a mí, fluye tanto por mis venas, que es inseparable. Lo que va a desaparecer es lo que hay alrededor. Pero la vivencia nunca va a desaparecer. Yo soy el resultado de todo eso. Siento que es el momento de irse. Y es sano y honesto hacerlo cuando estás bien para hacerlo, cuando vas a dejar algo. Cuando la ida no es por obligación, ni dramática, ni forzada. Eso es lo bonito que no todo el mundo puede hacer.
Habla de retirarse de la vida pública. ¿Le pesaba la mirada del otro?
No me molesta. La he asumido. Al principio, me llevaba mal con ella cuando los admiradores eran jóvenes y no te dejaban tu espacio. Pero enseguida entendí y asumí. Esa era la respuesta a lo que yo hacía. Tampoco es que quiero que se olviden de que estoy aquí. Pero antes aparecía una camarita de vez en cuando. Y ahora estás en el Iphone de media humanidad. Y tienes que aprender a desprenderte de eso. Es sencillo.
En la Argentina somos descreídos de las despedidas de los artistas. Muchos tardan años en terminar su gira despedida y vuelven. ¿Usted podría volver?
No. Soy coherente con lo que hago y digo. Es algo que siento natural. Sería incapaz de hacer un viaje de ida y vuelta en este sentido. Este mi último concierto en Buenos Aires. Si vuelvo es por algún evento puntual benéfico. Cuando miro adelante, miro adelante. Me estimula no volver a pisar lo que ya he pisado. El pasado está contigo, forma parte de tí, pero no hay necesidad de volver. Ya bastante vuelves por nostalgia. O ya bastante tenemos con el juicio a posteriori. Decimos Me equivoqué . No somos concientes de que en el camino, inevitablemente, vas dando palos de ciego. Yo destierro el Si hubiera hecho esto o lo otro.… Esa es como la historia paralela de uno. Tampoco la viviste y te obsesionas por volver al sitio donde dejaste algo. Hay que liberarse del pasado.
Paloma sobrevuela la Avenida Corrientes hasta posarse en un sillón de pana. Es tan suave en sus movimientos que su andar parece un vuelo. Declara 62 años y casi 40 de carrera. De niña lagrimeaba con la voz de Estela Raval. En los ‘80 aleteaba en los escenarios con la estirpe de una mannequin envuelta en vestidos vaporosos. Los hombros desnudos. Los hits Cariño mío o Por qué me abandonaste.
YouTube la devuelve como a una gacela cantora. Pero ella no llora el pasado. Lo agradece y lo deja dormir. “Me encuentro bien dentro de mi piel ahora”.
¿Y después del retiro qué hará?
Pintar hasta donde llegue, escribir lo que pueda. No quiero ser la mejor en nada ni someterme a un juicio que no sea el de mi capacidad para jugar. A veces es terrible para el hombre tener que ser bueno en algo. No sé qué va a pasar y eso es lo bonito. Para mí sería terrible saber lo que voy a hacer. Sería un fraude.
¿Tiene miedo de extrañar todo lo que ya no va a tener?
Creo que no. Si no tuve miedo de enfrentarme al público cuando sí tenía miedo, ahora no. Al principio subí al escenario aterrorizada. Ahora voy a hacer lo que hace todo el mundo. Y a llenarme de ilusiones. Y a pintar.
¿Qué pinta?
Abstracto. El color de la luz. La emoción. Está muy relacionado con mi casa de Cádiz. El océano. Todos los colores del mar y los atardeceres están ahí y yo los mezclo. De pronto, terminan pareciéndose a mares fractales. Tomo arena de la playa y la mezclo. Y piedra de mármol. Quiero seguir investigando eso. Y cantar a orilla del mar. Me pongo a jugar con la voz. Ese diálogo de la voz con el mar es precioso. El mar canta constantemente. Y ahí se establece un juego de voces.
¿Hace terapia? ¿Siempre tuvo tan en claro hacia donde iba o siente que los años le dieron más sabiduría respecto al desapego?
No hice terapia. Pero he estudiado psicología. Y luego he tenido personas cercanas que han tenido problemas gordos y cuando ves el dolor, te haces más humilde. Aprendes a aceptar que no todo es maravilloso. Si nos vamos sin aprender, hemos hecho un pésimo trabajo. Es como cuando haces un viaje. No es lo mismo ir con tres maletas que con una. Por ejemplo: me fui al Tibet con una bolsa. No necesitaba más. Lo decían los grandes poetas. Ir con lo justo. El espíritu no necesita estar posado en ninguna parte.
¿Quiénes son sus afectos? ¿Quién la sostiene?
Tengo gente estupenda alrededor. Mi hermana mayor vive conmigo. Tengo hija, nieto. La necesidad de pareja ha desaparecido de mi vida. Me separé y he dejado de pensar que una pareja es la forma ideal de vida. Eso es cultural. Hay muchas más opciones.
¿Se va con la sensación de que hizo todo lo que podía hacer?
Imagino que podría haber hecho más. Empecé a cantar porque necesitaba encontrar trabajo. Y posiblemente fue lo que encontré más rápido. Fue mágico y duro. Pensar en lo que hice sería un acto mezquino. Y no quiero irme con mezquindades. Me voy en paz.
Por Marina Zucchi – Clarin
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