La metáfora está al alcance de todos: Néstor es la consagración de la primavera, de la armonía natural, Néstor es el ubicuo que no se fue. Está entre las flores, entres los hielos, en el viento, en la gente.
Ayer se estrenó en todo el país Néstor Kirchner, la película, y no arribó con demasiadas sorpresas. De hecho, podría decirse que no trajo sorpresas. Es lo que se podía presuponer, lo que se sabía que podía ser, el paso próximo a dar luego de, por ejemplo, libros como El Flaco, de José Pablo Feinmann.
Lupín, tal como le decían a Kirchner cuando era joven, por su parecido con el personaje de historieta, es presentado como el salvador, y no se está exagerando mucho si se dice que, mejor aún, es mostrado como el mesías, como quien llegó a salvar al país luego del 2001 y cambió así la historia de la Argentina.
Una mirada sobre la película como obra
Partamos de una base: Paula de Luque no se va a consagrar como buena directora por este largometraje. En lo que hace estrictamente a la realización del film, a técnica y demás, la película deja mucho que desear, y se podría decir que linda con lo malo.
No hay creatividad a la hora de proponer un documental, los efectos de sonido resultan por momentos excesivos, y cuando pretende emocionar con la imagen no hace más que caer en lugares comunes que, por supuesto, logran su objetivo y hacen que más de un espectador deje escapar una lágrima.
En un momento en el que el género documental ha sido y sigue siendo tan revisado (y mejorado), lo de De Luque no suma nada. Primerísimos planos de los entrevistados, flash-back previsibles, repetición de recursos narrativos, edición con notorios problemas…
No mucho para rescatar desde lo técnico. Podría haber sido mejor. De Luque perdió la oportunidad de hacer una buena película.
Sin embargo, es necesario destacar el enorme trabajo de recolección de archivos que hay detrás de la película. Imágenes familiares, filmaciones de Néstor y Cristina muy jóvenes militando en el Ateneo Juan Domingo Perón, escenas de cuando ya era presidente. El archivo que el largometraje saca a la luz es muy valioso, como valioso es ver a ese hombre alto, flaco y torpe enterrarse hasta la cintura en la nieve, empujar una camioneta o hacerle gestos burlescos a su padre por detrás.
(Un paréntesis para decir que algunos quisieron ver en la participación de Máximo una suerte de impulso para posicionarlo políticamente, y la conclusión es que vieron muy mal o que la directora no logró el objetivo, porque, realmente, su participación no pasa de lo anecdótico.)
Una mirada sobre la película como fortalecedora del mito
Como decíamos más arriba, Néstor Kirchner, la película, es lo que se podía presuponer que sería. La propuesta es repasar la vida de Lupín pero centrándose en el período que va desde el 2003 hasta su muerte.
Desde varios medios de comunicación, su directora, Paula de Luque, ha insistido en que es una película orientada a todo público, sea o no sea kirchnerista. Pero, claro, esto no es así. El recorte que se hace de la vida de Néstor Kirchner no indaga en tropiezos o dudas alrededor de él, por el contrario, en todo momento lo presenta como un héroe, o mejor, como el antihéroe, como el tipo feo y simplón que se quedó con la más linda y que no pensaba más que en el bienestar del pueblo.
No se hace referencia, por ejemplo, a su alianza con Duhalde para llegar a la presidencia, mucho menos, claro, a su proximidad a Cobos, por nombrar sólo dos hechos que quedan fuera de una película en la que falta información.
Y a la sumatoria de los aspectos ya nombrados se agregan los testimonios de gente común a la que le dio una mano de manera directa cuando necesitaron trabajo, estudio o un violín para poder cumplir su aspiración de dedicarse a la música.
A todo esto se suma eso que la mayoría, por más opositor o no kirchnerista que sea, no puede dejar de reconocerle a Kirchner y que muy claramente sintetizó un espectador sentado junto al cronista durante la proyección, quien dijo: “¡Qué huevos tenía!”. Porque en la película aparecen momentos que hicieron historia, como cuando descolgó los retratos de los dictadores, o cuando lo dejó de una pieza a Bush en Mar del Plata y cuando anunció el pago de la deuda al Fondo Monetario Internacional.
Pero para cualquiera que no concilie acríticamente con el kirchnerismo, la película no puede ser otra cosa que un paso más hacia la construcción del mito. No hay en ella análisis histórico, sólo una acumulación de momentos que guían hacia el 20 de diciembre del 2001 y el caos de esos años y que sugieren la recuperación del país de la mano de Kirchner y que se orientan a un cierre en el que el conflicto por la 125 y la Ley de Medios muestran a los enemigos actuales, y en esto se salva Moyano, ya que aparece apoyando al gobierno.
(Otro paréntesis para decir que el único gobernador que habla en la película es el sanjuanino José Luis Gioja, y con todos los cuidados que se pusieron en la elaboración del film, nadie puede argumentar que fue un descuido o un error.)
Una mirada sobre el mensaje final
Durante toda la película, la directora ha buscado asociar la figura de Néstor Kirchner con la de la naturaleza, recurriendo a imágenes de flores, de cerros, del glaciar Perito Moreno, y también la ha aproximado a la simpleza de lo cotidiano en momentos como aquel en que la voz del ex presidente aparece en off mientras unos niños juegan a la pelota.
Y ya sobre el final, luego de las imágenes de la gente penando su muerte, esa presencia ubicua llega como un mensaje claro a sus seguidores, cuando se lo escucha decir: “No dejemos a la presidenta sola en esta batalla”.
Nada de sutilezas en este mensaje de cierre.
No. Definitivamente, Néstor Kirchner, la película no es un film para todos. Por el contrario, es un elemento más en la búsqueda de la consolidación del mito, es el La razón de mi vida en versión largometraje no autobiográfico. Y es también un recordatorio a todos los militantes de que no se abandone a la presidenta, porque en ella vive él.
(Último paréntesis para decir que el final de la película –casi religioso– es al mejor estilo Disney, con gente mirando al cielo, de donde caen brillantes dientes de león como semillas redentoras que traen la luz… Una cursilería.)
(Fuente: MDZ on line / Alejandro Frias)
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