Para el experto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CESIC), las noticias que llegan desde Japón aconsejarían elevar a 6 el nivel de alarma atribuido por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) a este suceso. Ese nivel se sitúa un punto por debajo con el que se calificó al incidente de Chernobyl.
En Fukushima, «cada día está explotando un reactor, y aunque se diga que se está conteniendo, la situación va a peor y hay muchos ingenieros internacionales que aseguran que está descontrolada. Realmente el temor es de un accidente grave, lento pero que va en aumento y en el que ya se está diseminando radiactividad», agregó.
En ese sentido, opinó que el accidente «se les ha escapado de las manos» a los técnicos japoneses. «Es mucho mayor de lo que se está diciendo, con tres reactores averiados, explosiones espectaculares. Y por mucho que aseguren, se ha producido una alteración estructural del sistema.»
El científico apuntó que el aumento del área de la que se está evacuando a la gente refleja que las emisiones de radiaciones son más graves de lo que dicen las autoridades y que variarán según las condiciones meteorológicas, pues, por ejemplo, si llueve se acumulará más radiactividad.
«Está llegando a Tokio y en Rusia la han detectado en su costa del Pacífico. La diseminación es totalmente imprevisible si no se tiene el cuadro meteorológico concreto, pero en áreas bastante extensas se están alcanzado niveles de radiación preocupantes: un milisievert por hora, que es la dosis máxima que puede recibir la población en un año», remarcó.
Rodríguez-Farré subrayó que el escenario más pesimista pasaría por una sucesiva explosión de los reactores, que se fundiera su núcleo y se diseminara la radiactividad. «Una cantidad inmensa, porque incluso en Chernobyl, donde se diseminó mucha radiactividad, en la zona del sarcófago quedó una cantidad enorme, lo que provocó una gran número de muertos entre los liquidadores (los técnicos que trataron de sellar la planta)», añadió.