La presidente de Brasil resaltó los logros de su primer mandato y remarcó los éxitos de su antecesor, Lula. «Nunca tantos brasileños lograron empleo, mandaron a sus hijos a las universidad o salieron de la pobreza», insistió Rousseff en su discurso.
Ex guerrillera torturada durante la dictadura militar (1964-1985), Rousseff, de 67 años, juró hacia las 15:00 locales (17:00 GMT) para su segundo y último mandato consecutivo de cuatro años tras vencer al opositor socialdemócrata Aécio Neves con una leve ventaja del 3% de votos en octubre.
La mandataria aseguró que probará que se puede hacer políticas sociales y mejorarlas. Sin embargo, remarcó que necesita «que la sociedad tenga paciencia y coraje para vencer los obstáculos».
«El pueblo quiere salud, seguridad, más transparencia y quiere combatir –especialmente- la corrupción. Vamos a democratizar cada vez más, necesitamos equilibrio», prometió Rousseff.
En varios pasajes de su discurso resaltó la búsqueda de «transparencia» y ética». Desde que se destapó el escándalo por coimas en Petrobras, la lucha contra la corrupción se volvió el mayor desafío de su gestión. Es que la empresa e inversionista más grande de Brasil está en el centro de una trama de corrupción que involucra a un cartel de las principales empresas constructoras del país, que pagaban millonarios sobornos a cambio de contratos.
Treinta y nueve personas están siendo procesadas por la justicia, y conforme avanzan las investigaciones se cierra el cerco sobre decenas de políticos aliados del gobierno. La policía estima que la red de corrupción movió unos 4.000 millones de dólares en la última década.
Estuvieron presentes varios mandatarios latinoamericanos, entre ellos el de Venezuela, Nicolás Maduro, la de Chile, Michelle Bachelet, y el de Uruguay, José Mujica. Además, asistieron el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden y el vicepresidente argentino, Amado Boudou.
El otro desafío
Durante su primer gobierno, marcado por masivas manifestaciones en 2013 contra la corrupción de la clase política y el elevado gasto público en el Mundial de fútbol, la economía experimentó un franco deterioro al pasar de un crecimiento de 7,5% del PIB en 2010 a una previsión cercana a cero en 2014, en un contexto de desaceleración mundial.
En 2011 la actividad creció 2,7%, en 2012 un 1% y en 2013 un 2,5%. Y para el 2015 los mercados esperan un leve despegue del 0,5%, mientras la inflación cerró en noviembre 6,56%.
Si bien el desempleo todavía está en sus mínimos históricos (4,8% en noviembre), y los programas sociales contra la pobreza y la desigualdad siguen dándole réditos políticos en un amplio sector de la población, Rousseff está obligada a dar un golpe de timón.
La mandataria envió la primera señal de los tiempos de austeridad que se vienen para Brasil al designar a un liberal ortodoxo, amigo de los mercados, como nuevo ministro de Economía.
El exbanquero Joaquim Levy estará al frente de un programa de ajuste orientado a poner las finanzas en orden, recuperar la confianza de los mercados y atraer inversiones. Todo, promete Rousseff, sin afectar los programas sociales que aliviaron la vida a millones de brasileños.
«Espero una continuidad del pasado, me gustó el pasado. Espero que sea igual o mejor» este nuevo gobierno de Rousseff, dijo a la agencia AFP Jane Guimaraes, una ama de casa de 41 años que llegó a Brasilia desde Mato Grosso do Sul (centro oeste) para asistir a su toma de posesión.
El PT espera reunir este jueves a miles de personas en apoyo a la mandataria. También hay previstas protestas, pero hasta ahora no han reunido más de un puñado de personas.
«Aunque tenga esperanza de que las cosas pueden mejorar, cada vez hay más denuncias de corrupción, más involucramiento del PT con todo eso, entonces termino creyendo que lamentablemente todo va a seguir como está», dijo Josemar Dorileo, del movimiento opositor «Gente Brava» (Gente Enojada), que el martes participó en una protesta contra Rousseff frente a la embajada de Estados Unidos.
Comentarios